Revista Chilena De Epilepsia

Trucos | Consejos | Comentarios

Que Es Comorbilidad?

Que Es Comorbilidad
La “comorbilidad”, también conocida como “morbilidad asociada”, es un término utilizado para describir dos o más trastornos o enfermedades que ocurren en la misma persona. Pueden ocurrir al mismo tiempo o uno después del otro. La comorbilidad también implica que hay una interacción entre las dos enfermedades que puede empeorar la evolución de ambas.

¿Qué quiere decir la palabra comorbilidad?

Presencia de dos o más enfermedades al mismo tiempo en una persona. También se llama morbilidad asociada.

¿Cómo se puede evitar la comorbilidad?

Para evitar en la medida de lo posible las complicaciones en relación con estas comorbilidades, se recomienda valorar los posibles factores de riesgo, incidir en la necesidad de evitar el consumo de alcohol y conseguir un peso saludable.

¿Qué es la comorbilidad en el TDAH?

Los niños o adolescentes con TDAH presentan en algún momento de la vida otro trastorno psiquiátrico sobreagregado, lo que se denomina comorbilidad del TDAH. Los estudios clínicos sobre el TDAH en diferentes edades han demostrado que la comorbilidad psiquiátrica está presente entre el 70% y el 80% de los casos.

¿Cuáles son las comorbilidades en niños para vacunarse Covid 19?

Trastornos congénitos que puedan afectar al sistema nervioso. Enfermedad hereditaria y degenerativa del sistema nervioso o de los músculos u otras afecciones asociadas con la hipoventilación. Discapacidades de aprendizaje múltiples o graves o profundas (PMLD). Miastenia y enfermedades relacionadas.

¿Cuáles son las comorbilidades para poder vacunarse?

Menores que podrán vacunarse contra la COVID-19 –

  • Fue el pasado 29 de septiembre cuando el Gobierno Federal publicó la Guía Estratégica de Vacunación contra la Covid-19 en adolescentes de 12 a 17 años que tienen alguna comorbilidad, misma que puede incrementar el riesgo de padecer enfermedad grave y muerte por el virus SARS-CoV-2.
  • La publicación se dio a conocer luego de que el Grupo Técnico Asesor en Vacunación COVID-19 del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) dictaminase la necesidad de modificar la política nacional de vacunación contra el coronavirus para proteger a niños y adolescentes que pueden correr riesgo en caso de contagio.
  • La Guía Estratégica de Vacunación considera 44 enfermedades que representan un factor de riesgo para los menores de edad, incluye el embarazo adolescente; los padecimientos que enlista se dividen en 9 grupos:
  • Afecciones cardíacas crónicas
  • Enfermedad pulmonar crónica
  • Afecciones crónicas del riñón, hígado o sistema digestivo
  • Enfermedad neurológica crónica
  • Enfermedades endócrinas
  • Inmunosupresión moderada a grave
  • Asplenia o disfunción del bazo y enfermedades hematológicas
  • Anomalías genéticas graves que afectan a varios sistemas
  • Embarazo adolescente

Autoridades capitalinas recordaron que el refuerzo del biológico Abdala se encuentra disponible en los Centros de Salud de la CDMX. Autoridades del gobierno de la Ciudad de México hicieron un llamado a las y los capitalinos a que se apliquen la dosis de refuerzo del biológico Abdala, Esto, ante el incremento del número de casos por COVID-19. En conferencia de prensa, la titular del Ejecutivo local,, comentó que el refuerzo de la vacuna contra el virus SARS-CoV-2 es importante sobre todo para las y los adultos mayores.

  • La mandataria capitalina señaló que por la temporada, el incremento no solo es de COVID-19, sino de otras enfermedades respiratorias como la Influenza,
  • Por lo anterior, pidió también vacunarse contra esta infección; sin embargo, aclaró que hasta el momento, no se observa un aumento de hospitalizaciones por estas enfermedades.

“Hasta ahora no tenemos un incremento significativo en hospitalizaciones y en general el incremento no solo es por COVID sino por enfermedades respiratorias, Entonces hacer un llamado, recuerden que está la vacuna Abdala ya disponible en los centros de salud para que sobre todas las personas vulnerables reciban su siguiente vacuna, apuntó.

  1. Respecto a la aplicación del refuerzo, aseveró que habrá una mayor difusión de esta nueva etapa de vacunación y adelantó que hay dosis suficientes para atender a la población que así lo requiera.
  2. En este momento nos llegaron alrededor de 220 mil vacunas y el tema más bien es que ya la gente no se está yendo a vacunar, digamos no obligamos a la gente a que se vacune.

Entonces vamos a hacer más difusión para que la gente lo conozca y particularmente las personas vulnerables”, indicó. Finalmente, recordó que las personas que requieran de un refuerzo o no tengan ninguna dosis contra COVID-19, pueden acudir a los Centros de Salud de la Ciudad de México, donde se están aplicando los biológicos.

  1. Eduardo Clark, director general de la Agencia Digital de Innovación de la Ciudad de México (), dio a conocer que la vacuna cubana Abdala se aplicará en la capital para los refuerzos contra COVID-19 de adolescentes y adultos.
  2. “Se puede aplicar en función de ambas, como refuerzo universal y también para esquemas nuevos, para esquemas nuevos son tres dosis y para refuerzo es unidosis”, comentó.
  3. En entrevista para W Radio, el funcionario señaló que la recibirá alrededor de 400 mil dosis de este biológico y este viernes se anunciarán las sedes para la aplicación de los refuerzos.
  4. Clark recordó que la vacuna cubana Abdala cuenta con la aprobación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), por lo que es segura y posee un alto grado de efectividad.
  5. “Esta vacuna mostró una eficacia del 92% y está muy al par de las vacunas que hemos aplicado en la ciudad”, sostuvo.
  6. El titular de la ADIP mencionó que en la capital se están reportando alrededor de 250 a 300 casos de COVID-19 al día, pero que no se traduce en hospitalizaciones; hecho que demuestra que la estrategias sanitarias de los gobiernos federal y local han dado buenos resultados,
  7. Además, aprovechó para informar que en la ciudad se sigue vacunando a los niños y niñas de 5 a 11 años con el biológico pediátrico de Pfizer, en sedes como el Cencis Marina y otros centros de salud.
  8. Sobre la vacuna Abdala, cabe mencionar que desde agosto de 2021 la Cofepris emitió una opinión favorable para su uso de emergencia y se trata de la primera vacuna de origen latinoamericano en ser analizada por el Comité de Células Nuevas de la Comisión.

El subsecretario de Salud señaló que México registra seis semanas de incremento de casos de COVID-19, pero debido a la temporada de frío Este martes, en conferencia de prensa con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, informó que la epidemia de COVID-19 en México acumula seis semanas de incremento, debido a las bajas temperaturas, sin embargo, es menor que en las olas pasadas,

  • Tenemos un incremento de casos; estos contagios de COVID-19 atienden a la misma lógica de las infecciones respiratorias que en todas las temporadas de frío en todo el mundo y, desde hace milenios, incrementan.
  • Se ve este incremento que acumula seis semanas, un incremento lento comparado con la velocidad a la que creció la cuarta o quinta ola”, detalló.

Explicó que el virus de SARS-CoV-2 progresivamente será una enfermedad estacional y “va a dejar de tener oleadas en la primavera y el verano; empezará a sincronizarse con el resto de los más de 360 virus respiratorios que se conocen”, Respecto a la ocupación hospitalaria, informó que continúa en niveles bajos: de 4 por ciento en camas generales y de 2 por ciento en camas con ventilador.

  • Cobertura en la vacunación contra COVID-19
  • En el informe del Pulso de la Salud, López-Gatell también presentó el reporte que la cobertura de vacunación contra la COVID-19, a la fecha es de 60 por ciento en niñas y niños de 5 a 11 años; de 84 por ciento en personas de todas las edades; de 91 por ciento en adultos mayores de 18 años y de 64 por ciento en adolescentes de 12 a 17 años.
  • Recordó que las infecciones respiratorias causadas por virus tienen mayor capacidad de transmisión durante la temporada invernal porque las gotas de líquido respiratorio duran más tiempo en el aire y eso las hace más contagiosas de una persona a otra.
  • Invitó a la población vulnerable a vacunarse en centros de salud contra la influenza estacional : adultos mayores de 60 años; niñas y niños de seis a 59 meses; personal de salud, personas embarazadas, así como grupos con comorbilidades o inmunosupresión entre cinco y 59 años.

Puntualizó que esta vacuna no es de uso generalizado, porque “esto les quita la oportunidad a las personas que realmente se benefician de la vacuna contra la influenza. () Para jóvenes saludables no hay necesidad de que se vacunen dado que no protege contra la infección, lo que hace es proteger contra el riesgo de complicaciones y de muerte”. : CDMX: Vacunación anti COVID en menores con comorbilidades inicia próxima semana

¿Cuáles son las enfermedades que causan discapacidad?

Cuadro de enfermedades para incapacidad permanente absoluta

Acromatopsia Acondroplastia Alcoholismo
Arterioesclerosis Cardiopatías Depresión
Hipoacusia Insuficiencia renal crónica Ludopatía
Migraña Narcolepsia Obesidad mórbida
Pérdida de visión Prosopagnosia Síndrome de Takotsubo

¿Qué enfermedades presentan mayor comorbilidad con la depresión?

En los grupos de pacientes con comorbilidad la depresión fue más severa y con mayor impacto funcional. Suscribirse:

Trastorno comórbido OR IC del 95%
Distimia 6,1 2,5–14,9
Trastorno de ansiedad generalizada 7,5 3,8–14,8
Trastorno de pánico 18 5,8–56,2
Trastorno de somatización 51,4 6,2–423,5

¿Qué causa la comorbilidad?

La “comorbilidad”, también conocida como “morbilidad asociada”, es un término utilizado para describir dos o más trastornos o enfermedades que ocurren en la misma persona. Pueden ocurrir al mismo tiempo o uno después del otro. La comorbilidad también implica que hay una interacción entre las dos enfermedades que puede empeorar la evolución de ambas.

¿Qué es la comorbilidad en la adolescencia?

La comorbilidad puede ser: Concurrente el niño cumple criterios de dos o más trastornos en el momento de evaluación. Sucesiva el niño cumple criterios de TDAH en un momento de su vida y cuando estos síntomas mejoran o se resuelven con la edad, desarrolla un nuevo trastorno.

¿Qué trastornos se parecen al TDAH?

Los trastornos que con más frecuencia están asociados de forma comórbida en TDAH en niños y adolescentes son: Trastornos específicos del aprendizaje, el más frecuente el trastorno de aprendizaje de la lectura (antiguamente denominado Dislexia). Trastornos del desarrollo del habla, trastornos expresivos (pragmáticos).

¿Qué vacuna le pondran a los niños de 12 a 17 años?

Enfermedades crónicas que aumentan riesgo de COVID-19 grave –

  • De acuerdo a la Secretaría de Salud federal, son 44 las enfermedades que pueden ocasionar que este grupo de la población tenga el riesgo de padecer COVID-19 grave y con ello requieran hospitalización, atención en medicina crítica y el riesgo de defunción.
  • Son enfermedades que deprimen el sistema inmune, ya sea por la enfermedad o porque los tratamientos que se usan para esas enfermedades, como es el caso de los diversos cánceres.
  • El universo de este grupo de la población que será vacunado es de 750 mil hasta 1 millón 500 mil de menores.
  • Enfermedades que causan inmunodepresión: cáncer, trasplantes, VIH, entre otros
  • Enfermedad pulmonar crónica grave
  • Afecciones crónicas del riñón, hígado o sistema digestivo
  • Enfermedad neurológica crónica
  • Enfermedades cardiovasculares
  • Diabetes y otras enfermedades endocrinas (incluyen obesidad grado 2 o mayor)
  • Anomalías genéticas o cromosómicas
  • Embarazo adolescente

Autoridades capitalinas recordaron que el refuerzo del biológico Abdala se encuentra disponible en los Centros de Salud de la CDMX. Autoridades del gobierno de la Ciudad de México hicieron un llamado a las y los capitalinos a que se apliquen la dosis de refuerzo del biológico Abdala, Esto, ante el incremento del número de casos por COVID-19. En conferencia de prensa, la titular del Ejecutivo local,, comentó que el refuerzo de la vacuna contra el virus SARS-CoV-2 es importante sobre todo para las y los adultos mayores.

La mandataria capitalina señaló que por la temporada, el incremento no solo es de COVID-19, sino de otras enfermedades respiratorias como la Influenza, Por lo anterior, pidió también vacunarse contra esta infección; sin embargo, aclaró que hasta el momento, no se observa un aumento de hospitalizaciones por estas enfermedades.

“Hasta ahora no tenemos un incremento significativo en hospitalizaciones y en general el incremento no solo es por COVID sino por enfermedades respiratorias, Entonces hacer un llamado, recuerden que está la vacuna Abdala ya disponible en los centros de salud para que sobre todas las personas vulnerables reciban su siguiente vacuna, apuntó.

Respecto a la aplicación del refuerzo, aseveró que habrá una mayor difusión de esta nueva etapa de vacunación y adelantó que hay dosis suficientes para atender a la población que así lo requiera. “En este momento nos llegaron alrededor de 220 mil vacunas y el tema más bien es que ya la gente no se está yendo a vacunar, digamos no obligamos a la gente a que se vacune.

Entonces vamos a hacer más difusión para que la gente lo conozca y particularmente las personas vulnerables”, indicó. Finalmente, recordó que las personas que requieran de un refuerzo o no tengan ninguna dosis contra COVID-19, pueden acudir a los Centros de Salud de la Ciudad de México, donde se están aplicando los biológicos.

  1. Eduardo Clark, director general de la Agencia Digital de Innovación de la Ciudad de México (), dio a conocer que la vacuna cubana Abdala se aplicará en la capital para los refuerzos contra COVID-19 de adolescentes y adultos.
  2. “Se puede aplicar en función de ambas, como refuerzo universal y también para esquemas nuevos, para esquemas nuevos son tres dosis y para refuerzo es unidosis”, comentó.
  3. En entrevista para W Radio, el funcionario señaló que la recibirá alrededor de 400 mil dosis de este biológico y este viernes se anunciarán las sedes para la aplicación de los refuerzos.
  4. Clark recordó que la vacuna cubana Abdala cuenta con la aprobación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), por lo que es segura y posee un alto grado de efectividad.
  5. “Esta vacuna mostró una eficacia del 92% y está muy al par de las vacunas que hemos aplicado en la ciudad”, sostuvo.
  6. El titular de la ADIP mencionó que en la capital se están reportando alrededor de 250 a 300 casos de COVID-19 al día, pero que no se traduce en hospitalizaciones; hecho que demuestra que la estrategias sanitarias de los gobiernos federal y local han dado buenos resultados,
  7. Además, aprovechó para informar que en la ciudad se sigue vacunando a los niños y niñas de 5 a 11 años con el biológico pediátrico de Pfizer, en sedes como el Cencis Marina y otros centros de salud.
  8. Sobre la vacuna Abdala, cabe mencionar que desde agosto de 2021 la Cofepris emitió una opinión favorable para su uso de emergencia y se trata de la primera vacuna de origen latinoamericano en ser analizada por el Comité de Células Nuevas de la Comisión.

El subsecretario de Salud señaló que México registra seis semanas de incremento de casos de COVID-19, pero debido a la temporada de frío Este martes, en conferencia de prensa con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, informó que la epidemia de COVID-19 en México acumula seis semanas de incremento, debido a las bajas temperaturas, sin embargo, es menor que en las olas pasadas,

Tenemos un incremento de casos; estos contagios de COVID-19 atienden a la misma lógica de las infecciones respiratorias que en todas las temporadas de frío en todo el mundo y, desde hace milenios, incrementan. () Se ve este incremento que acumula seis semanas, un incremento lento comparado con la velocidad a la que creció la cuarta o quinta ola”, detalló.

Explicó que el virus de SARS-CoV-2 progresivamente será una enfermedad estacional y “va a dejar de tener oleadas en la primavera y el verano; empezará a sincronizarse con el resto de los más de 360 virus respiratorios que se conocen”, Respecto a la ocupación hospitalaria, informó que continúa en niveles bajos: de 4 por ciento en camas generales y de 2 por ciento en camas con ventilador.

  • Cobertura en la vacunación contra COVID-19
  • En el informe del Pulso de la Salud, López-Gatell también presentó el reporte que la cobertura de vacunación contra la COVID-19, a la fecha es de 60 por ciento en niñas y niños de 5 a 11 años; de 84 por ciento en personas de todas las edades; de 91 por ciento en adultos mayores de 18 años y de 64 por ciento en adolescentes de 12 a 17 años.
  • Recordó que las infecciones respiratorias causadas por virus tienen mayor capacidad de transmisión durante la temporada invernal porque las gotas de líquido respiratorio duran más tiempo en el aire y eso las hace más contagiosas de una persona a otra.
  • Invitó a la población vulnerable a vacunarse en centros de salud contra la influenza estacional : adultos mayores de 60 años; niñas y niños de seis a 59 meses; personal de salud, personas embarazadas, así como grupos con comorbilidades o inmunosupresión entre cinco y 59 años.

Puntualizó que esta vacuna no es de uso generalizado, porque “esto les quita la oportunidad a las personas que realmente se benefician de la vacuna contra la influenza. () Para jóvenes saludables no hay necesidad de que se vacunen dado que no protege contra la infección, lo que hace es proteger contra el riesgo de complicaciones y de muerte”. : CDMX: Días y sedes para vacunación de menores de 12 a 17 años con comorbilidades

¿Cuáles son las personas que no se pueden vacunar contra el Covid?

Ya estuve enfermo de Covid-19 – En las recomendaciones del Plan Estratégico de Vacunaciones (Andavac) de la Junta de Andalucía se establece que los profesionales de primera línea que han pasado la enfermedad sintomática o los que tengan anticuerpos IgG a Covid-19, aun siendo asintomáticos, se vacunen en esta primera etapa comenzando por los diagnosticados hace más de tres meses.

  1. Se cree que la vacuna inducirá mayor protección que la infección natural.
  2. En estudios de última hora se confirma que la inmunidad tras la enfermedad dura 8 meses, que es el periodo más largo que se ha podido estudiar.
  3. Por otro lado, quienes estén guardando cuarentena por ser contactos estrechos de personas infectadas, no deben vacunarse hasta pasado el periodo de aislamiento.

Y si se trata de un paciente Covid-19 positivo, no debería vacunarse hasta al menos 4 semanas del inicio de los síntomas.

¿Cuándo vacunación a los niños de 12 a 17 años?

1 de octubre inicia registro de vacunación para menores 12 a 17 años con comorbilidades.

¿Cuáles son las comorbilidades de la obesidad?

Resumen Se destaca al sobrepeso y obesidad como el principal condicionante actual de patología crónica no transmisible. Se identifican y discuten las principales comorbilidades asociadas al sobrepeso y obesidad, analizando las evidencias que las apoyan. Se destaca el rol de la adiposidad en la etiopatogenia del síndrome metabólico y en forma muy especial de la DM. Se analiza la asociación entre indicadores de masa corporal y tejido adiposo y tasas de mortalidad, destacando un significativo incremento de la mortalidad a medida que la masa corporal o grasa se incrementa. Se destacan los rangos asociados a la menor mortalidad, nadires que fundamentan los rangos de peso normal. Se discute en forma separada la asociación entre sobrepeso y obesidad en la infancia y adolescencia y salud, en especial su posible rol en la incidencia de patologías crónicas al alcanzar la adultez Palabras clave: Sobrepeso obesidad mortalidad riesgo relativo comorbilidades tejido adiposo subcutáneo (SAT) tejido adiposo visceral (VAT) adiposito adipokininas adipocito disfuncional resistencia insulínica impacto metabólico impacto físico impacto psicosocial obesidad infanto juvenil Summary The article highlights overweight and obesity as the main factor in some current chronic diseases. Also it identifies and discusses major co-morbidities associated with overweight and obesity, analyzing the evidence that support them. The role of adiposity in the pathogenesis of metabolic syndrome especially in the development of mellitus diabetes 2 is discussed. We analyze the association between indicators of body mass and adipose tissue and mortality, highlighting a significant increase in mortality as the fat body mass increases and shows the range associated with lower mortality, basing the normal weight ranges. Will be discussing separately the association between overweight and obesity in childhood and adolescence health, especially its possible role in the incidence of chronic diseases that will develop at adulthood. Key words: Overweight obesity mortality relative risk co-morbilities SAT VAT adipose cell adipokinins disfunctional adipose tissue insulin resistence metabolic physical phsycosocial infant-juvenile obesity Texto completo Introducción Han tenido que pasar varias décadas, para definir al sobrepeso como uno de los problemas de salud más trascendentes de la humanidad. Con excepción de la obesidad mórbida que siempre fue considerada como una patología, el sobrepeso y la obesidad inicialmente fueron identificados como un problema estético, favorable o desfavorable según las épocas, y aun más, como atributo de salud y poder en algunos sectores de la población y etnias. En la segunda década del siglo pasado, comenzó a destacarse su asociación con patologías crónicas y su impacto sobre la expectativa de vida. Sin embargo, la naturaleza de esta asociación, muchas veces dependiente de otros factores de riesgo, le restaba trascendencia. Sin embargo, con el tiempo se identificó una asociación creciente del sobrepeso y obesidad, con un mayor número de factores de riesgo de enfermedades crónicas, lo que sugirió a las autoridades de salud que su enfrentamiento a nivel poblacional podría tener una proyección mayor por su efecto multiplicador. Fue el mejor conocimiento de la fisiología y fisiopatología del adiposito, el que vino a corroborar el carácter patológico de esta condición. Esta larga trayectoria ha condicionado las actitudes de las autoridades de salud frente a este problema. Ignorándolo en sus etapas iniciales, para luego aceptarlo como un factor condicionante de factores de riesgo, llegando al fin en el momento actual a reconocer al sobrepeso y la obesidad como una patología, con todos los derechos de atención en los sistemas de salud locales. En el presente trabajo se revisará la prevalencia de las principales comorbilidades que se asocian al sobrepeso y obesidad, se discutirá los mecanismos sugeridos de dicha asociación. Analizaremos el impacto del sobrepeso y obesidad sobre la mortalidad poblacional y por último discutiremos el posible impacto de la obesidad infanto-juvenil. Sobrepeso, obesidad y comorbilidades Entre las comorbilidades asociadas al sobrepeso y obesidad, se distinguen aquellas dependientes de alteraciones metabólicas asociados a esta condición, como son entre otros la Diabetes Mellitus (DM2), de la dislipidemia aterogénica, hígado graso y síndrome ovárico poliquístico. Otras comorbilidades dependen de los cambios físico-mecánicos del exceso de peso, como la hipoventilación, apnea nocturna y osteoartosis, y por último no menos importantes, condiciones psicopatológicas dependientes del rechazo personal y social del sobrepeso. En la Tabla 1 se presentan las principales comorbilidades asociadas a la obesidad y sobrepeso, catalogadas en acuerdo al concepto anterior. En las Tablas 2, 3 y 4 se presenta el riesgo relativo (RR) de presentar comorbilidades comúnmente asociadas a sobrepeso y obesidad, derivadas de una revisión sistemática y meta-análisis de 89 estudios relevantes el 2009, de población adulta blanca de origen EE.UU. y Europea, con un seguimiento medio de 12.5 años ( 1 ). En ellas se presentan los RRs con su rango de distribución y significación, destacando una asociación significativa del sobrepeso y obesidad, con cáncer mamario postmenopáusico, endometrial, ovárico, colorectal, renal y pancreático y no significativo con el cáncer prostático. Además una muy estrecha asociación significativa con DM 2, hipertensión arterial, enfermedad coronaria, accidentes vasculares encefálicos, osteoartrosis degenerativa y colelitiasis. Comorbilidad asociada a alteraciones metabólicas Aproximadamente 70-80% de los individuos con sobrepeso presenta comorbilidades metabólicas, ello coincide con la prevalencia de resistencia insulina en el sujeto con sobrepeso y obesidad, lo que sugiere que el eje etiopatogénico de las comorbilidades metabólicas asociadas, sería la resistencia insulínica. Sin embargo, los estudios clínicos han demostrado que la asociación del sobrepeso con varias comorbilidades son la resultante de la interacción interdependiente entre sobrepeso y obesidad con otros factores. Lo que sugiere efectos independientes del sobrepeso. Ello puede ser entendido a la luz de la concepción actual del tejido adiposo como un órgano endocrino ( 2, 3 ). En la Figura 5 se presenta en forma esquemática la expresión del adipocito estresado por el acúmulo excesivo de lípidos, las citokinas involucradas, y su rol causal en condiciones como la hipertensión, dislipidemia aterogénica, diabetes tipo 2, aterotrombosis, y activación de procesos como inflamación, proliferación y coagulación, los cuales están involucrados en la aterogénesis y posiblemente en la etiología de las neoplasias. En publicaciones recientes se ha sugerido que la obesidad visceral es secundaria a la incapacidad relativa del tejido adiposo subcutáneo (SAT) de adaptarse a un balance energético positivo, a través de la multiplicación de pre-adipocitos e incremento del número de células adiposas (hiperplasia) creando un depósito protector. En el caso de que SAT no pueda expandirse, como sucede en condiciones de hipoxia local o que la capacidad de depositar lípidos de SAT sea saturada, se iniciará una exportación ectópica de triglicéridos, hacia el tejido adiposo visceral (VAT), hígado, músculo cardíaco y esquelético, y páncreas. Por otro lado se sugiere que los adipocitos de VAT son altamente disfuncionales y forman parte de la exportación ectópica de triglicéridos a partir de SAT. Los adipocitos de VAT muestran una marcada hipertrofia, y se encuentran infiltrados de macrófagos, generadores de citokinas inflamatorias como FNT α e IL-6. A pesar de su efecto indirecto VAT sigue siendo considerado como un marcador de tejido adiposo disfuncional y de depósitos ectópicos de triglicéridos. Como apoyo a esta hipótesis, están el mecanismo de acción de las Tiazolidinedionas que induciendo hiperplasia de SAT reducen la resistencia insulínica y el depósito de grasa visceral y hepático, lo que explica su efecto en DM y en los factores de riesgo metabólico. Igualmente, el balance energético negativo se asocia a una reducción marcada de VAT, lo que sugiere una reducción de la presión sobre la capacidad de SAT de almacenar lípidos inhibiendo la exportación ectópica de ellos ( 4 ). La precisión de las evidencias para explicar los mecanismos a través de los cuales el sobrepeso y obesidad inducen comorbilidades, depende en gran medida del grado de conocimiento acerca de la etiopatogenia de la patología específica relacionada, de aquí que en un campo de gran trascendencia en la salud humana, el de las neoplasias con asociaciones muy significativas con sobrepeso y obesidad, no poseemos elementos para verificar en el humano el o los mecanismos etiopatogénicos a través de los cuales el sobrepeso y obesidad incrementan la incidencia de neoplasias. Obesidad, sobrepeso y DM2 una asociación evidente Desde el reconocimiento de la DM2, esta se ha asociado al sobrepeso (60-90%) y la normalización del peso ha constituido una de las primeras estrategias en su enfrentamiento. Por décadas se ha considerado al sobrepeso como el factor ambiental más importante para la expresión de un defecto genético de base (aún no plenamente identificado), pero han sido las observaciones prospectivas de los pacientes DM2 sometidos a cirugía bariátrica, con una aparente remisión asociada a significativas reducciones de peso, las que han venido a destacar el rol del sobrepeso en la etiopatogenia de la DM2, llegando a postular que el sobrepeso y la obesidad pudieran ser causa de esta patología sin la necesidad de explicarla a través de una interacción genético ambiental ( 5, 6 ). Se ha sugerido que la DM2 sería la consecuencia de una incapacidad de la célula β del páncreas de compensar una resistencia insulínica periférica. Como causa de la resistencia insulínica se ha postulado a polimorfismos genéticos, que podrían ser expresados al coexistir con sobrepeso u otros factores. El sobrepeso y la obesidad, como ya se señaló, inducen la secreción de citokinas, algunas de las cuales (FNT α, IL-6, resistina) pueden inducir resistencia insulínica, y como una de las manifestaciones de la RI, se produce una alteración del metabolismo lipídico, mayor flujo de ácidos grasos (Desenfreno de la lipólisis tejidos adiposo) y síntesis (Efecto del hiperinsulinismo sobre SREBP-1), en los tejidos periféricos llevando a una lipotoxicidad de las células β. Lo que podría explicar la posibilidad de una DM2 causada exclusivamente por el sobrepeso y obesidad. Otras comorbilidades asociadas a alteraciones metabólicas presentes en sobrepeso La asociación entre sobrepeso y obesidad, e hipertensión arterial, ha sido corroborada en estudios en experimentación animal, clínica y epidemiológica, y en forma muy especial en diseños de intervención. Su mecanismos no está del todo aclarado, sugiriendo una interacción entre infiltración lipídica renal, efecto de la resistencia insulínica y/o hiperinsulinismo, y secreción de angiotensina por el adipocito. La dislipidemia aterogénica, frecuentemente observada en el sobrepeso y obesidad, estaría relacionada a el síndrome de resistencia insulínica, la cual al incrementar el depósito y síntesis de lípidos a nivel hepático, aumenta la síntesis y secreción de Lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), ello promueve la actividad de Proteína Transportadora de Colesterol Ester (CEPT, por su sigla en inglés), enzima responsable del transporte intravascular de colesterol esterificado y triglicéridos entre lipoproteínas. Se incrementa el transporte de TGS hacia LDL y HDL, estas particular con alta afinidad por la lipasa hepática, sufren alteraciones que modifican su catabolismo. Las HDL se desintegran y Apo A1 es eliminado por el riñón, reduciendo sus niveles al acelerarse su catabolismo. Las LDL más cohesionadas sufren alteraciones físico – químicas, se hacen más pequeñas y densas, y más afines a los receptores de macrófagos. Recientemente se ha demostrado con estudios de kinética que en el sobrepeso, existe una mayor actividad de la apolipoproteina C3, que se expresa por una menor actividad lipolítica de la lipasa lipoproteica periférica ( 7 ). El hígado graso constituye, una comorbilidad muy frecuente del obeso cuya magnitud es dependiente de la intensidad del sobrepeso, estimando que un 80-90% de los obesos mórbidos lo presentan. Su patogenia está asociada a resistencia insulínica, en donde se promueve la acumulación de lípidos a nivel visceral y hepático. Existen evidencias clínicas de su corrección o atenuación con la reducción del sobrepeso. Existen controversias acerca de su natural evolución hacia la hepatitis y fibrosis hepática. Al no conocerse con exactitud la patogenia de las neoplasias, es difícil entender la naturaleza de su asociación con sobrepeso y obesidad. Una posible explicación podría ser el contexto que surge del adipocito estresado, con la secreción de citokinas, que potencialmente pueden afectar la función celular, en capacidades como proliferación, apoptosis, inflamación y generación de radicales libres. Al momento no existen evidencias suficientes que señalen una reducción de neoplasias específicas con reducción de peso. Igual hecho sucede con la asociación con colelitiasis, corroborada en todos los estudios epidemiológicos observacionales, en la que al igual que las neoplasias, no existen evidencias que señalen una reducción de su incidencia en programas de reducción de peso. La asociación del sobrepeso y obesidad con hiperuricemia y gota clínica, ha sido reconocida de antaño y corroborada en estudios observacionales. Se le ha considerado como un componente del síndrome metabólico y se le ha asociado en especial con la resistencia insulínica. La asociación de sobrepeso, obesidad y patología cardiovascular, ha sido destacada en la gran mayoría de los estudios epidemiológicos observacionales. Durante décadas se le restó trascendencia por su efecto indirecto, al desaparecer su significación estadística al ajustar por factores de riesgo asociados. Si bien sigue siendo realidad que su asociación depende en gran parte de la presencia de hipertensión arterial, dislipidemia aterogénica e intolerancia a la glucosa. Ello puede considerarse como un plus ya que sugiere el efecto multiplicador de la reducción de peso, sobre estos factores cuyo alcance patogénico van más allá que la patología cardiovascular. Recientemente se han destacado factores que relacionan directamente al sobrepeso, obesidad y patología cardiovascular, como aquellos de naturaleza hemodinámica en la obesidad severa y mórbida y los posibles efectos de las citokinas del adipocito estresado, con efectos pro inflamatorios y protrombóticos. Consideración especial merece el rol del sobrepeso y obesidad, en el llamado síndrome metabólico. Inicialmente identificado en sujetos que presentaban una asociación de anomalías metabólicas, considerada más allá del azar, y luego definido como un síndrome clínico que conlleva riesgo de DM y patología cardiovascular. Para muchos su identificación clínica, debería considerar en forma obligada la existencia de obesidad visceral a través de la determinación del perímetro de cintura (Pc). Ello lleva a considerar en su patogenia a la disfuncionalidad del adipocito. Sin embargo, el criterio clínico vigente para diagnosticar al síndrome metabólico aceptado, considera identificar en un sujeto al menos tres de los siguientes factores: Pc elevado, hipertensión arterial, glicemia ≥ 100 mg/dl, C- HDL en hombre ≤ 40 mg/dl y mujer ≤ 50 mg/dl, triglicéridos ≥ 150 mg/dl. En nuestra experiencia en aproximadamente un 80% coexiste la condición de adiposidad visceral, y en un 20% el síndrome se diagnostica en ausencia de ella ( 7 ). Comorbilidades asociadas a problemas físico-mecánicos del sobrepeso y obesidad No es difícil entender las asociaciones entre sobrepeso y obesidad, y la mayor frecuencia de osteoartosis de rodillas, cadera y columna, relacionada con la mayor presión sobre el sistema músculo-esquelético. Ello asociado a intensidad del sobrepeso y con evidencias clínicas corroboradas del beneficio de la reducción del peso corporal. Igualmente, es posible explicar la hipoventilación observada en el sobrepeso, a través de la inducción de una insuficiencia respiratoria restrictiva asociada con menor capacidad de expansión respiratoria por el acumulo de grasa intraabdominal. Además, se ha descrito un componente central. Existe una mayor prevalencia de apnea del sueño, en el paciente con sobrepeso y obesidad, sin embargo la naturaleza de dicha asociación está en fase de estudio, ya que existen otros factores involucrados no necesariamente asociados a la obesidad. Aunque es área controversial, desde hace muchas décadas se ha identificado la miocardiopatía de la obesidad, cuadro descrito en la obesidad severa y mórbida, que se iniciaría con un incremento de la precarga, para luego desencadenar hipertrofia e hiperplasia miocárdica, llegando a hipertensión pulmonar e insuficiencia cardíaca, todo ello ha sido atribuido al efecto de la expansión del volumen sanguíneo asociado al incremento de peso, agravado por la insuficiencia respiratoria restrictiva y posiblemente por la apnea del sueño. El sobrepeso y obesidad tiene una mayor asociación con las incidencias de varices, posiblemente por el incremento del volumen circulatorio, y con las incidencias de hernias abdominales, por incremento de la presión intracavitaria. Aunque se debe reconocer como factor primario a la predisposición genética. Comobilidades secundarias asociadas a alteraciones psico-sociales En el momento actual el sobrepeso y la obesidad están lejos del ideal estético contemporáneo, por lo que es frecuente el auto-rechazo de la figura y la desaprobación social. Todo ello lleva a problemas de adaptación social y de rendimiento laboral. Los efectos perniciosos del sobrepeso y obesidad en el ámbito emocional, académico y laboral, son mucho más profundos en el adolecente que en el adulto, los estigmas de la sociedad acerca de los obesos (feos, inaceptables, perezosos) tienen efectos negativos en estas personas, afectando el área emocional, intelectual y social. Las personas con obesidad, en general tienen un menor nivel de escolaridad, debido a un menor rendimiento escolar y desmotivación. Al entrar al mundo laboral tienden a recibir menores remuneraciones y presentan mayores dificultades para ser promovidos a puestos superiores. La discriminación es frecuente y es producto de un ecosistema socio cultural invadido por ideas valores, creencias y actitudes que llevan a un estilo de vida consecuente (Culto a la delgadez). La ansiedad y emocionalidad es alta, lo que lleva a niveles elevados de tensión, impulsibilidad y agresividad. Igualmente el sujeto obeso tiene dificultades para mantener y/o establecer relaciones interpersonales, por reducción de algunas habilidades, como asertividad, dificultad para expresar sentimientos y para ajustarse a la sociedad, lo que se refleja en altas tasas de soledad. Las relaciones interpersonales, con el medio familiar y laboral se deterioran y en especial en los adolecentes se observa una mayor frecuencia de adiciones (alcohol y drogas). La depresión constituye una patología asociada frecuentemente al sobrepeso y obesidad, siendo difícil identificar si ello es causal o consecuencia ( 8 ). Durante años el factor estético constituyó la principal causa de consulta de la mujer con sobrepeso al equipo de salud, en la búsqueda de una aprobación familiar y social, y aún en el momento actual en nuestro país la obesidad es motivo de discriminación laboral, lo que coarta las posibilidades de progreso personal en nuestra sociedad. Sobrepeso, obesidad y mortalidad general A comienzos del siglo pasado surgió el interés de las compañías de seguro de vida por conocer el impacto del peso corporal en las expectativas de vida de la población ( 9, 10 ). Así se desarrollaron estudios poblacionales observacionales, en grandes segmentos de la población, utilizando como indicadores, inicialmente al peso, luego la relación peso talla (R. P-T), el índice de masa corporal (IMC) y recientemente el perímetro de cintura (Pc). La mayor parte de estos estudios se han realizado en Estados Unidos. Han confirmado el impacto de las desviaciones de estos indicadores sobre las expectativas de vida de la población, adoptando en la población adulta, una expresión gráfica como curvas “J” con un incremento de la mortalidad en ambos extremos de bajo y alto peso, con un nadir uniforme que señala al rango de IMC entre 19-24.9 Kg/m 2 Para muchos la expresión en “J” oculta comorbilidades y tabaquismo, que se expresan con bajo peso, observando una atenuación de esa fase al excluir el tabaquismo de la observación. En la Figura 1 y 2 se presentan los resultados de un estudio observacional reciente en que se relaciona el IMC con la mortalidad en 1.450.000 adultos blancos ( 11 ), tanto en hombres como en mujeres se observa una curva “J” que se atenúa al considerar la población no fumadora, se confirma un nadir entre 20-25 Kg/m 2 para el hombre y curiosamente entre 22-26 Kg/m 2 para la mujer. Además, se observa una tendencia al incremento de la mortalidad entre 25-30 Kg/m 2, la que se acentúa significativamente por sobre 30 Kg/m 2, Existe bastante concordancia entre los distintos estudios en relación al nadir asociado a la menor mortalidad asociada a la obesidad, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) fundamentado en el riesgo de morir ( 12 ), a definir, el rango normal entre 19-24.9 Kg/m 2, sobrepeso entre 25-29.9 Kg/m 2 y > de 30 Kg/m 2, Existen controversias acerca si el impacto del sobrepeso y obesidad sobre la salud permanece constante a través de la edad. En una cohorte de voluntarios de la Sociedad Americana para el cáncer, de 62116 hombres y 262618 mujeres con una edad inicial igual o mayor a 30 años de edad, seguidos por 12 años. Si bien los resultados sugieren que entre 30-74 años un incremento del índice de masa corporal se asocia a un mayor riesgo de morir, ello es mucho más evidente en grupos etarios menores, y poco relevante por encima de 65 años de edad ( 13 ) Figura 3, Gran parte de las comorbilidades metabólicas asociadas al sobrepeso y obesidad se relacionan más con la obesidad central o visceral. Sin embargo no existen muchos estudios observacionales al respecto. En la Figura 3 presentamos los datos de un estudio observacional europeo ( 14 ) en 359.387 participantes observados por 9.7 años. En ella se muestra la asociación entre el Pc y mortalidad, observando una curva en “J” y con un nadir de Pc 85-90 cm para el hombre y de Pc 75-80 cm para la mujer. En la Figura 4, derivado de este mismo estudio, se aprecia para cada tercil de IMC, un incremento significativo de la mortalidad a medida que se incrementa el Pc, lo que lleva a concluir en la utilidad de utilizar este parámetro en conjunto con el IMC para predecir el riesgo de morir. Si bien la condición de IMC dentro de límites aceptables, pero Pc alterado, debería considerarse como predictor de riesgo de mortalidad general e incidencia de comorbilidad, no existen estudios prospectivos suficientes que apoyen su utilización. Por otro lado el IMC y Pc tienen una muy elevada correlación que hace que en la mayoría de los casos en el rango de obesidad por IMC, tendrán un Pc por encima de la normas locales. En nuestro país, utilizando una muestra de la encuesta nacional de salud de adultos (ENS 2003. MINSAL) ( 15 ) estimamos el perímetro abdominal aceptable en relación a la prevalencia de factores de riesgo cardiovasculares de esa población. Destacando como punto de corte a 83 cm para la mujer y 87 para el hombre. Salud y obesidad infanto-juvenil Se decidió analizar este capítulo en forma aparte, por presentar características especiales que son propias de este grupo etario, y por la debilidad de algunas evidencias que relacionan el sobrepeso y obesidad, con comorbilidades y mortalidad. La relación entre la obesidad infanto-juvenil y la salud, debe analizarse a dos niveles: el del riesgo de su persistencia en la edad adulta y la prevalencia de morbilidad inmediata. A pesar de las limitaciones de los estudios a largo plazo de obesos en la edad infantil, existen evidencias de que los niños obesos tienen un riesgo relativo significativamente mayor de desarrollar obesidad en la edad adulta, así como desarrollar hipertensión arterial, dislipidemias, resistencia insulínica, disfunción endotelial e incremento del grosor de la capa media de la íntima carotídea. Sin embargo, existe la paradoja de que muchos de los obesos actuales no fueron obesos en la infancia ( 16 ). El riesgo relativo de presentar factores de riesgo cardiovascular se incrementa significativamente en la obesidad infantil, con la edad, así en el estudio de Bogalusa en EE.UU., los adolecentes obesos tuvieron un RR de presentar en la década 25-30 años: de 8.5 para hipertensión arterial, de 2.4 para hipercolesterolemia, de 3.0 para elevación del colesterol de LDL, y de 8.2 para colesterol de HDL bajo, en contraste, no se encontraron evidencias de un incremento del riesgo relativo de desarrollar neoplasias ( 17 ). Se ha sugerido tener cautela en la interpretación de los hechos señalados, derivado del bajo número de estudios y la falta de control de variables confundentes. Asociada a la obesidad infanto-juvenil se han identificado una serie de comorbilidades con incidencia creciente en relación a la intensidad de la obesidad, entre ellas se señalan: Resistencia insulínica, prediabetes y diabetes clínica, hiperuricemia, hipoventilación, apnea nocturna, maduración esquelética acelerada, retraso puberal, ginecomastia, síndrome de ovario poliquístico, esteatosis hepática, alteraciones ortopédicas y por último trastornos psicosociales: Como baja autoestima, marginación social, depresión, menor rendimiento escolar y mayor riesgo de adiciones. A modo de ejemplo destacamos la observación de una población infanto – juvenil, con IMC > P95 entre 5-17 años, 180 mujeres y 62 varones ( 18 ), en que un 82% presentaba resistencia insulínica (HOMA-IR), 39% síndrome metabólico (Criterio ATP III 2004), 26% hipertensión arterial, 44% hipoventilación, 33% de los hombres con ginecomastia y pseudomicropene, y 17% de la mujeres presentaba desordenes menstruales. En esa misma población 16.8% presentaba glicemia de ayuno elevada, 51% hipercolesterolemia, 61% hipertrigliceridemia, 51% Colesterol de HDL bajo, 22% hiperuricemia y 22% enzimas hepáticas por sobre rangos normales (SGOT-SGPT y GGT). En general existe consenso de que una obesidad grave antes de los tres años es altamente sugerente de un síndrome de obesidad monogénica y la asociación de obesidad con retraso pondoestatural significativo orienta a una etiología genético-endocrinológica. El autor declara no tener conflictos de interés, en relación a este artículo. Referencias bibliográficas Guh D.P., Zhang W., Bansback N., et al, The incidence of co-morbility relates to obesity and overweight BMC Public Health. Biomed central Ltd, 9 (2009), pp.88 Ahima R.S. Adipose tissue as an endocrine organ. Obesity, 14 (2006), pp. S242-S249 Trayhurn P., Beatte J.H. Physiological rol of adipose tissue as an endocrine and secretory organ. Proc of Nut Soc, 60 (2001), pp.329-339 Buchwald H., Estok R., Fahrbach K., et al, Weight and Type II diabetes after bariartic surgery. Sistematic review and meta-analysis Am.J. Med, 122 (2009), pp.246-248 Schernthraner G., Brix J., Koff H.P., Schernthraner G.H. Cure of type 2 diabetes by metabolic surgery ?. A critical analysis of the evidence in 2010 Diabetes Care, 34 (2011), pp. S355-S360 Suppl Alberti K.G., Eckel R.H., Grundy S.m., Zimmet P.Z., Cleeman J.I., Donato K.A., et al, Harmonizing The :Metabolic Syndrome: A Joint Interim Statement Of The International Diabetes Federation Task Force On Epidemiology And Prevention; National Heart, Lung, And Blood Institute; American Heart Association; World Heart Federation; International Atherosclerosis Society; And International Association For The Study Of Obesity. Circulation, 120 (2009), pp.1640-1645 20 Guzman R.M.E., Del Castillo C.A., Garcìa M. Factores psicosociales asociados al paciente con obesidad. Metropolitan Life Insurance Company. Height and weight tables. A health view Stat Bull Metropol. Inc. Co, 6 (1983), pp.2-9 Variation of mortality by weight among 750.000 men and women J. Chron.Dis, 32 (1979), pp.563-576 Berrigton de Gonzalez A, Hartge P, Cerhan J et al :Body Mass Index and mortality among 1,46 million white adults. NEJM 2910; 363:2210-2219. WHO: World Health Organization. Obesity, Preventing And Managing The Global Epidemic-Report Of A WHO Consultation On Obesity, Stevens J., Cai J., Pamuk E.R., et al, The effect of age on the association between Body-Mass Index ans mortality NEJM, 338 (1998), pp.1-7 Pischon T., Boeing H., Hoffman K., et al, General and abdominal adiposity and risk of death in Europe. Nejm, 359 (2008), pp.2105-21197 Valenzuela A., Arteaga A., Rigotti A., Villarroel L., Olea R.A., Margozzini P., Maiz A. Waist circumference cut-off point for Chilean adult. Presentado al Congreso Chileno de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, en fase de publicación Adami F. Guedes de Vasconcelos FA : Chilhood and adolescent obesity and adult mortality: Asystemic review of cohort studies. Cad Saúde Publica, 24 (2008), pp.1-9 Suppl Srinivasan S.R., Bao W., Wattigney W.A., Berenson G.S. adolescent overweight is associated with adult overweigt and related multiple cardiovascular risk factors. The Bogalusa Heart Study Metabolism, 45 (1996), pp.235-240 Pérez-Martínez A., Barcena-Sobrino E., Rodriguez-Herrera R. Obesidad y comorbilidades en niños y adolecentes obesos asistidos en el Instituto Nacional de Pediatria. Acta Pediatr Mexicana, 30 (2009), pp.167-174 Copyright © 2012. Clínica Las Condes

See also:  Como Hacer Efecto Epilepsia En Sony Vegas?

¿Qué documentos necesito para vacunarme 2022?

Te sugerimos: –

  • Quienes se hayan registrado correctamente a través de cualquiera de las opciones antes mencionadas recibirán un mensaje de texto con el lugar, la fecha y la hora en la que deben asistir al sitio de inmunización o podrán consultarlo al ingresar su CURP en la página
  • Los adultos mayores que se registren y no reciban el mensaje en el que se indica la información de la cita, pueden asistir a cualquiera de los módulos de vacunación el día que les toque por la letra inicial de su primer apellido, según el calendario de inmunización presentado anteriormente.
  • Al llegar a la sede de vacunación será necesario cumplir con las siguientes tres condiciones:
  • Llevar su CURP para agilizar el proceso
  • Acreditar nombre y la edad: Identificación oficial o acta de nacimiento
  • Acreditar la alcaldía: Identificación oficial que muestre el domicilio de la residencia (INE, INAPAM, comprobante de domicilio o cualquiera que muestre la alcaldía de la residencia)
  • Llevar la Cartilla Nacional de Salud, sólo si se cuenta con ella.

Al llegar a la unidad de vacunación, deberán presentar los documentos anteriores, los Servidores de la Nación verificarán la elegibilidad y posteriormente se entregará una ficha de turno. “Recuerden en paralelo tenemos brigadas móviles que visitarán los domicilios de aquellos adultos mayores que cuenten con limitaciones de movilidad.

En este caso y a se están haciendo las llamadas a los padrones para identificar quienes lo requieren, pero si ustedes no la han recibido, también los invitamos a que marquen a LOCATEL donde podrán registras a los adultos mayores y después de n cuestionario se recibirá la elegibilidad para la visita domiciliaria”, agregó.

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, reiteró que hay muy buena organización en los centros de vacunación, por lo que les recordó a los adultos mayores que no es necesario llegar muy temprano, “con que lleguen a la hora que se les envió a su teléfono celular o de acuerdo con el día del calendario”. DBA Autoridades capitalinas recordaron que el refuerzo del biológico Abdala se encuentra disponible en los Centros de Salud de la CDMX. Autoridades del gobierno de la Ciudad de México hicieron un llamado a las y los capitalinos a que se apliquen la dosis de refuerzo del biológico Abdala, Esto, ante el incremento del número de casos por COVID-19. En conferencia de prensa, la titular del Ejecutivo local,, comentó que el refuerzo de la vacuna contra el virus SARS-CoV-2 es importante sobre todo para las y los adultos mayores.

  1. La mandataria capitalina señaló que por la temporada, el incremento no solo es de COVID-19, sino de otras enfermedades respiratorias como la Influenza,
  2. Por lo anterior, pidió también vacunarse contra esta infección; sin embargo, aclaró que hasta el momento, no se observa un aumento de hospitalizaciones por estas enfermedades.

“Hasta ahora no tenemos un incremento significativo en hospitalizaciones y en general el incremento no solo es por COVID sino por enfermedades respiratorias, Entonces hacer un llamado, recuerden que está la vacuna Abdala ya disponible en los centros de salud para que sobre todas las personas vulnerables reciban su siguiente vacuna, apuntó.

Respecto a la aplicación del refuerzo, aseveró que habrá una mayor difusión de esta nueva etapa de vacunación y adelantó que hay dosis suficientes para atender a la población que así lo requiera. “En este momento nos llegaron alrededor de 220 mil vacunas y el tema más bien es que ya la gente no se está yendo a vacunar, digamos no obligamos a la gente a que se vacune.

Entonces vamos a hacer más difusión para que la gente lo conozca y particularmente las personas vulnerables”, indicó. Finalmente, recordó que las personas que requieran de un refuerzo o no tengan ninguna dosis contra COVID-19, pueden acudir a los Centros de Salud de la Ciudad de México, donde se están aplicando los biológicos.

  1. Eduardo Clark, director general de la Agencia Digital de Innovación de la Ciudad de México (), dio a conocer que la vacuna cubana Abdala se aplicará en la capital para los refuerzos contra COVID-19 de adolescentes y adultos.
  2. “Se puede aplicar en función de ambas, como refuerzo universal y también para esquemas nuevos, para esquemas nuevos son tres dosis y para refuerzo es unidosis”, comentó.
  3. En entrevista para W Radio, el funcionario señaló que la recibirá alrededor de 400 mil dosis de este biológico y este viernes se anunciarán las sedes para la aplicación de los refuerzos.
  4. Clark recordó que la vacuna cubana Abdala cuenta con la aprobación de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), por lo que es segura y posee un alto grado de efectividad.
  5. “Esta vacuna mostró una eficacia del 92% y está muy al par de las vacunas que hemos aplicado en la ciudad”, sostuvo.
  6. El titular de la ADIP mencionó que en la capital se están reportando alrededor de 250 a 300 casos de COVID-19 al día, pero que no se traduce en hospitalizaciones; hecho que demuestra que la estrategias sanitarias de los gobiernos federal y local han dado buenos resultados,
  7. Además, aprovechó para informar que en la ciudad se sigue vacunando a los niños y niñas de 5 a 11 años con el biológico pediátrico de Pfizer, en sedes como el Cencis Marina y otros centros de salud.
  8. Sobre la vacuna Abdala, cabe mencionar que desde agosto de 2021 la Cofepris emitió una opinión favorable para su uso de emergencia y se trata de la primera vacuna de origen latinoamericano en ser analizada por el Comité de Células Nuevas de la Comisión.

El subsecretario de Salud señaló que México registra seis semanas de incremento de casos de COVID-19, pero debido a la temporada de frío Este martes, en conferencia de prensa con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, informó que la epidemia de COVID-19 en México acumula seis semanas de incremento, debido a las bajas temperaturas, sin embargo, es menor que en las olas pasadas,

Tenemos un incremento de casos; estos contagios de COVID-19 atienden a la misma lógica de las infecciones respiratorias que en todas las temporadas de frío en todo el mundo y, desde hace milenios, incrementan. () Se ve este incremento que acumula seis semanas, un incremento lento comparado con la velocidad a la que creció la cuarta o quinta ola”, detalló.

Explicó que el virus de SARS-CoV-2 progresivamente será una enfermedad estacional y “va a dejar de tener oleadas en la primavera y el verano; empezará a sincronizarse con el resto de los más de 360 virus respiratorios que se conocen”, Respecto a la ocupación hospitalaria, informó que continúa en niveles bajos: de 4 por ciento en camas generales y de 2 por ciento en camas con ventilador.

  • Cobertura en la vacunación contra COVID-19
  • En el informe del Pulso de la Salud, López-Gatell también presentó el reporte que la cobertura de vacunación contra la COVID-19, a la fecha es de 60 por ciento en niñas y niños de 5 a 11 años; de 84 por ciento en personas de todas las edades; de 91 por ciento en adultos mayores de 18 años y de 64 por ciento en adolescentes de 12 a 17 años.
  • Recordó que las infecciones respiratorias causadas por virus tienen mayor capacidad de transmisión durante la temporada invernal porque las gotas de líquido respiratorio duran más tiempo en el aire y eso las hace más contagiosas de una persona a otra.
  • Invitó a la población vulnerable a vacunarse en centros de salud contra la influenza estacional : adultos mayores de 60 años; niñas y niños de seis a 59 meses; personal de salud, personas embarazadas, así como grupos con comorbilidades o inmunosupresión entre cinco y 59 años.

Puntualizó que esta vacuna no es de uso generalizado, porque “esto les quita la oportunidad a las personas que realmente se benefician de la vacuna contra la influenza. () Para jóvenes saludables no hay necesidad de que se vacunen dado que no protege contra la infección, lo que hace es proteger contra el riesgo de complicaciones y de muerte”. : ¿Cómo registrarse para recibir la vacuna anti COVID en CDMX?

¿Cuáles son las principales consecuencias de la comorbilidad en la Salud de las personas mayores?

Resumen La comorbilidad es un problema frecuente en ancianos que contribuye a la complejidad de este grupo poblacional y supone un factor de riesgo de eventos adversos de salud (deterioro funcional, discapacidad, dependencia, institucionalización, hospitalización, mala calidad de vida y muerte), aunque no el principal.

  1. La comorbilidad entendida como una compilación de enfermedades no es la principal característica que define la población que debe ser atendida por un geriatra.
  2. La edad y el riesgo de declinar funcional deben primar sobre otras características.
  3. Los índices de comorbilidad en ancianos no deben ser interpretados de manera aislada, sino en un contexto de valoración integral que incluya disfunciones preclínicas asociadas al envejecimiento, a las medidas de fragilidad, a los aspectos funcionales, mentales y psicosociales.

El manejo clínico de la comorbilidad en ancianos requiere conocimientos avanzados en Geriatría, puesto que el tratamiento de varias condiciones puede empeorar otras o hacer aparecer nuevas y porque las disfunciones fisiológicas preclínicas modulan la respuesta a los fármacos.

  • Aunque recomendar un índice de comorbilidad en particular es complejo y depende de numerosas variables, por sus características psicométricas, su aplicabilidad en ancianos y su constructo, la Cumulative Illness Rating Scale en su versión adaptada a ancianos podría ser el más recomendable.
  • Otros, como el índice de Charlson, el Index of CoExistent Disease y el índice de Kaplan, son también métodos válidos y reproducibles.

Palabras clave: Comorbilidad Anciano Medicina geriátrica Revisión Abstract Comorbidity is common in the elderly and contributes to the complexity of this population subgroup. This problem is a risk factor for major adverse events such as functional decline, disability, dependency, poor quality-of-life, institutionalization, hospitalization and death, but is not the most important factor.

Age and risk of functional decline rather than comorbidity (understood as a compilation of diseases) are the main characteristics defining the target population attended by geriatricians. Comorbidity indexes should not be interpreted independently in the elderly, but within a context of comprehensive geriatric assessment that includes age-related preclinical dysfunctions, frailty measures, and functional, mental and psychosocial issues.

The clinical management of comorbidity in the elderly requires advanced knowledge of geriatrics because the treatment of one condition may worsen or lead to the development of others and because preclinical physiological dysfunctions modulate drug response.

Recommending a specific comorbidity index is difficult and depends on multiple factors, due to their psychometric characteristics, applicability in the elderly and their construct. However, the Cumulative Illness Rating Scale, in the version adapted to the elderly, could be highly suitable. Other instruments, such as the Charlson index, the Index of CoExistent Disease and the Kaplan index are also valid and reproducible.

Keywords: Comorbidity Elderly Geriatric medicine Review Texto completo Introducción Se entiende por comorbilidad «cualquier entidad (enfermedad, condición de salud) adicional que ha existido o puede ocurrir durante el curso clínico de un paciente con una enfermedad guí» 1,

  • No hay que confundir este término con multimorbilidad, definida como la “concurrencia de varias enfermedades o condiciones de salud en una persona sin dominancia o relación entre ambas” 2,
  • Estos dos términos aparecen en la literatura médica utilizados muchas veces de manera indistinta, a pesar de representar diferentes conceptos.

Multimorbilidad se utiliza con mayor frecuencia en Europa y en publicaciones, y aunque la mayoría de las escalas se identifican como “índices de comorbilidad”, lo que miden realmente es multimorbilidad, puesto que no se refieren a una enfermedad guía.

Dejando clara esta confusión semántica y a pesar de saber que la nomenclatura no es la correcta, para no alterar los nombres originales de las escalas y herramientas existentes, en adelante en esta revisión nos referiremos a comorbilidad y a multimorbilidad de manera indistinta. La definición y utilidad de la comorbilidad puede, además, variar dependiendo de que queramos utilizarla con objetivos clínicos, epidemiológicos, diagnósticos, terapéuticos, pronósticos, investigadores, de diseño de servicios sanitarios o como variable de resultado.

Además, cuando analizamos este término en ancianos, surgen varios interrogantes que deberían ser explicados conceptualmente.

• ¿Se refiere exclusivamente a problemas médicos (enfermedades clásicas) o incluye también otras condiciones relacionadas con el envejecimiento, como la fragilidad, la sarcopenia, la andropausia o los tradicionales síndromes geriátricos (incontinencia, caídas, inmovilidad o deterioro cognitivo), entre otros? • ¿Los problemas de salud pueden ser clasificados en orden jerárquico? • ¿La comorbilidad siempre modula o modifica una enfermedad de referencia o puede haber ocasiones en que esto no sea cierto y sea preciso el término multimorbilidad? • ¿Cuál es la relación entre comorbilidad y factores etiológicos preclínicos de fragilidad y declinar fisiológico, como la inflamación, el estrés oxidativo, la aterosclerosis o la obesidad? • ¿Cuál es la historia natural de la comorbilidad?

Es importante no caer en la simplificación excesiva cuando se aborda un problema tan complejo y con tantas posibles soluciones. La aproximación es más sencilla en la medicina moderna convencional, donde se manejan exclusivamente clasificaciones detalladas de enfermedades para profundizar en su diagnóstico, tratamiento y pronóstico.

  1. Sin embargo, en medicina geriátrica el problema se complica debido a la existencia de un cúmulo de disfunciones preclínicas en múltiples sistemas que originan vulnerabilidad y mayor riesgo de deterioro funcional ydiscapacidad.
  2. En la figura 1 se presenta un marco conceptual que intenta explicar cómo encaja la comorbilidad en el modelo geriátrico de la medicina 3,

La comorbilidad en ancianos no debe ser interpretada de manera aislada, sino en un contexto de valoración integral que incluya disfunciones preclínicas asociadas al envejecimiento, a medidas de fragilidad, a aspectos funcionales, mentales y psicosociales como mínimo.

El gran reto que surge de estas reflexiones es cómo integrar las alteraciones fisiológicas y disfunciones preclínicas con las enfermedades en los índices de comorbilidad en ancianos para que tengan validez como medidoras de resultados de salud (deterioro funcional, discapacidad, dependencia, hospitalización, institucionalización, mala calidad de vida o muerte).

Relevancia de la comorbilidad La presencia de múltiples enfermedades es muy frecuente en edades avanzadas, y estudios poblacionales han comprobado cómo el número de enfermedades que presentan los sujetos aumenta con la edad. Se ha descrito que el 24% de los mayores de 65 años y el 31,4% de los mayores de 85 años padecen cuatro o más condiciones crónicas 4,

En el Women′s Health and Aging Study más de la mitad de las mujeres tenían tres o más condiciones crónicas importantes, siendo la media de tres por mujer 5, En nuestro país, el estudio Leganés describió que casi el 60% de la población mayor de 65 años presentaba en 1993 cuatro o más enfermedades crónicas de un total de 13 evaluadas 6,

La tabla 1 presenta datos de la Encuesta Nacional de Salud del 2006, en la que se describe la prevalencia de las principales condiciones de salud de los mayores de 65 años 7, Si bien no se contabiliza la comorbilidad como tal, sumando los porcentajes de las diferentes patologías, se observa que hay una prevalencia aproximada de enfermedad del 410% entre los 65 y los 74 años y del 470% en los mayores de 75 años, lo que implica una media de 4,1 y 4,7 enfermedades crónicas por persona, respectivamente.

Si a esto sumamos que un número importante de mayores con menos enfermedades crónicas presenta otras alteraciones subclínicas, como pérdida de fuerza, lentitud de marcha o pérdida de memoria, y que existe un alto porcentaje de enfermedad infradiagnosticada e infrarreferida, los porcentajes podrían ser aún mayores 8,

Sin embargo, y a pesar de la evidente relevancia del problema, resulta sorprendente que ninguno de los principales tratados de Geriatría (Cassel, Brocklehurst, Hazzard, Pathy o Evans) cuente con un capítulo específico sobre la comorbilidad en el anciano.

  1. Las consecuencias de la comorbilidad sobre los resultados de salud son bien conocidas desde hace tiempo 9,
  2. Afecta y modula la progresión de las enfermedades concurrentes 10,11, modifica la eficacia de los tratamientos 12, aumenta el riesgo de iatrogenia y eventos adversos 13,14, incrementa el riesgo de hospitalización, de hospitalización prevenible 14,15 y prolonga la estancia hospitalaria 16, empeora la calidad de vida de las personas 17,18, aumenta el riesgo y severidad de discapacidad y dependencia 5,19 e incrementa el riesgo de muerte 16,17,

Un adecuado conocimiento del manejo de la comorbilidad en ancianos puede derivar en la modificación de tratamientos estandarizados, ayudar a priorizar actuaciones y evitar tratamientos innecesarios basándose en la regla de la Medicina « primum non nocere ».

• Pronóstico:

○ una condición empeora otra; ○ una condición aumenta el riesgo de presentar otra, ○ y la combinación de dos condiciones tiene un efecto sinergístico sobre otros aspectos de salud.

• Diagnóstico:

○ una condición dificulta o enmascara el diagnóstico de otra.

• Tratamiento:

○ el tratamiento de una condición empeora u origina otra; ○ la respuesta al tratamiento de una condición se ve afectada por una segunda existente, ○ y la combinación de tratamientos para varias condiciones origina nuevos problemas de salud.

• Etiología:

○ dos o más condiciones aparecen juntas con mayor frecuencia de lo esperado (¿causa común?).

Sin embargo, lo que más ocupa y preocupa en el ámbito de la Geriatría es la asociación a discapacidad. Existe una clara asociación entre comorbilidad, declinar funcional y discapacidad. Kiely 20 describe en un estudio de cohortes prospectivo a dos años que el presentar cuatro de las siguientes patologías (cardíaca, artrosis, diabetes, cáncer, ictus) duplica el riesgo de presentar declinar funcional frente a los que padecen una o ninguna.

  • De igual manera, Wolff et al 21 analizan cómo las condiciones crónicas incidentes afectan al inicio de la dependencia funcional.
  • Estudian 16 condiciones incidentes (hipertensión arterial, enfermedad coronaria, cardiopatía, ictus, cáncer, diabetes, artritis reumatoide, osteoartrosis, demencia, enfermedad mental/psiquiátrica, osteoporosis, fractura de cadera, enfermedad de Parkinson, enfermedad pulmonar obstructiva crónica /asma, índice de masa corporal superior a 30 o inferior a 18,5 kg/m 2 ) y encuentran que el presentar una de ellas supone un riesgo 1,9 veces mayor de presentar dependencia funcional nueva, el presentar dos supone un riesgo 4,3 veces mayor y el presentar tres o más supone un riesgo 13 veces mayor de dependencia funcional.

Profundizando más, en el Women′s Health and Aging Study 5 se relacionaron 14 enfermedades (artrosis, cardiopatía, alteraciones sensoriales, ictus, enfermedad pulmonar, diabetes, cáncer, hipertensión, deterioro cognitivo, enfermedad de Parkinson y fractura de cadera) y sus interacciones dos a dos con discapacidad.

  1. Los autores encontraron una alta asociación entre enfermedad y discapacidad, mayor que la esperada por la edad.
  2. Se detectó que cada enfermedad se asocia a un perfil específico de discapacidad y que parejas específicas de enfermedades se asocian de manera sinergística a algunas discapacidades (aumentando, apareciendo o desapareciendo).

El cáncer y la cardiopatía tienen una odds ratio (OR) de discapacidad de 1,2 y 2,3 cuando aparecen aisladas. Cuando coexisten, el riesgo aumenta a 6,2, siendo de 10,3 para actividades básicas de la vida diaria y 5,1 para actividades instrumentales de la vida diaria.

Existen, sin embargo, otros estudios en la literatura médica que no han podido detectar esa asociación entre comorbilidad y eventos adversos 22–28, ¿Están mal diseñados? ¿La asociación no es tan evidente? La respuesta a esta incongruencia se resuelve cuando introducimos el análisis multivariante en los estudios.

Cuando en este tipo de trabajos que habitualmente son cohortes seguidas durante años se introducen como covariables la situación funcional y la cognitiva, la mayoría del resto de variables predictoras desaparecen, como es el caso de la comorbilidad, quedando habitualmente la edad como única variable asociada al riesgo de eventos adversos.

En un reciente estudio de Abizanda et al en 400 ancianos hospitalizados por enfermedad médica, sólo la pérdida funcional al ingreso (OR entre 2,6 y 5,2), la demencia (OR entre 2,1 y 2,7) y la edad mayor de 85 años (OR: 1,7) fueron predictoras de mortalidad o deterioro funcional al alta y al mes, quedando otras variables, como la comorbilidad, fuera de los modelos 29,

Este problema podría haberse solucionado si los índices de comorbilidad empleados hubieran incluido medidas de severidad fisiológica o funcional de las patologías recogidas, como hacen las nuevas herramientas. La mayoría de los estudios están realizados con escalas que no valoran severidad y, además, existe una gran variabilidad en los objetivos, la fisiopatología explicada, la caracterización de la severidad, la validez, la reproducibilidad y los costes de las principales escalas.

Algunas de estas medidas se basan en aspectos funcionales, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer, otras en aspectos clínicos, como la enfermedad de Parkinson, la insuficiencia cardíaca, la EPOC o el ictus, y otras en mediciones cuantitativas, como la hipertensión, diabetes, dislipemia, osteoporosis o insuficiencia renal.

La aproximación basada en la severidad y con datos cuantitativos es compleja porque requiere mayor recogida de información, pero es más exacta. A pesar de ello, el empleo racional de algunas medidas de severidad validadas podría mejorar el estudio de la comorbilidad en ancianos 13,

  • ¿Cómo se mide la comorbilidad? Índices de comorbilidad Se denomina índice de comorbilidad a la reducción de las enfermedades de una persona y su severidad a una puntuación que permite su comparación con otras personas.
  • Los índices de comorbilidad deben ser diferenciados de la valoración del impacto de las enfermedades de una persona en su estado de salud global 30,

Los índices de comorbilidad pueden utilizarse como variables de confusión, como variables moduladoras, como variables de exposición o como variables de resultado, y según cuál sea el objetivo deseado, deberán modificar su estructura 31, Habitualmente se utilizan en investigación y en epidemiología para estratificar la población de estudio en grupos con riesgo similar y no suelen utilizarse en la práctica clínica habitual porque aportan una información escasa, en ocasiones, sesgada y de difícil comprensión clínica para un paciente determinado.

Todos los índices de comorbilidad se basan en información obtenida bien de informes médicos (índice de Charlson 32, Cumulative Illness Rating Scale 33,34, Index of Coexisting Diseases 35, Kaplan-Fenstein Index ) 36, autorreferida por el paciente ( Comorbidity Symptom Scale 37, Geriatric Index of Comorbidity 38, Total Illness Burden Index ) 39, del juicio clínico (índice de la Asociación Americana de Anestesiología ) 40 o de bases de datos administrativas ( Minimum Data Set ) 41, y todos ellos tienen sus ventajas e inconvenientes 42,

Los informes médicos suelen recoger la mayoría de las enfermedades que aparecen en los índices, su severidad y la repercusión que tienen sobre el tratamiento y el pronóstico. Sin embargo, y aunque a priori esta aproximación suele ser la más válida, adolece de varios problemas.

La calidad de los informes puede ser variable, deben estar disponibles y con una antigüedad suficiente para recabar toda la información, el paciente debe dar su consentimiento y la revisión puede ser costosa en tiempo y recursos humanos. Cuando la información se recoge del propio paciente, ésta puede ser más o menos completa, según el estado cognitivo y la implicación del sujeto en su estado de salud.

El coste puede ser menor en estudios pequeños, pero mayor en estudios poblacionales o en instituciones. Tienen buena correlación con los obtenidos de informes médicos, aunque puede haber errores que introduzcan sesgos en los resultados de los estudios.

El juicio clínico, como el usado en la escala ASA de anestesia, aporta simplicidad a la recogida de datos, independencia y buenas correlaciones con los informes médicos, pero su excesiva simplicidad enmascara la complejidad de la comorbilidad, sobre todo en ancianos, pudiendo perder información valiosa y relevante.

La información recogida de bases de datos administrativos dependerá del nivel de complejidad de éstos. Por ejemplo, en el Minimum Data Set que se emplea en residencias se combina el informe médico, el juicio clínico y la visión administrativa, dando un buen perfil del residente.

Recientemente, un informe de la Task Force en comorbilidad del National Institute on Aging 43 ha propuesto que la medición de la comorbilidad en ancianos podría realizarse valorando el funcionamiento en sistemas fisiológicos y psicológicos paralelos a la clasificación internacional de la OMS en funcionamiento, discapacidad y salud (ICF) 44,

Así, en funciones mentales podrían valorarse afecto, memoria, atención, orientación, lenguaje, cálculo, abstracción, juicio, funciones ejecutivas y sueño, mientras que en el sistema cardiovascular serían la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la hipotensión ortostática, la función cardíaca sistólica y diastólica, el estado de las válvulas cardíacas, el flujo coronario, carotídeo y periférico, la tolerancia al ejercicio y la competencia del sistema venoso.

Este abordaje tiene la ventaja de reconocer que el estado de salud no depende exclusivamente de las enfermedades diagnosticadas (sesgadas por múltiples factores, como el acceso a los sistemas de salud, los umbrales de diagnóstico cambiantes o los errores diagnósticos), sino también de cambios preclínicos fisiológicos o patológicos que acontecen con el devenir de los años y que pueden configurar un estado de fragilidad.

Reconoce también la importancia que tienen aspectos como los sentidos, movilidad, cognición y afecto, sobre el estado de salud de una persona, creando una visión más global 43, Por último, cabe recordar que la comorbilidad no es un término estático, sino dinámico y claramente asociado al envejecimiento, aunque con una gran variabilidad interindividual, expuesto a exacerbaciones y a remisiones.

No existe el índice de comorbilidad ideal, sino que depende del objetivo deseado, las posibilidades del lugar de aplicación y la población de referencia (población general, ancianos, mujeres, niños, con algún factor de riesgo específico). En la mayoría de los centros clínicos y de investigación se usan índices basados exclusivamente en enfermedades y que evitan el abordaje fisiológico previamente expuesto.

Esta aproximación simplista puede ser válida a pesar de no ser la más adecuada, pero no debe hacernos creer que es la más idónea para la población anciana. Índices de comorbilidad más usados Una revisión sistemática de la literatura médica 31 encontró 13 métodos diferentes para valorar la comorbilidad, 12 índices y un método de contaje de enfermedades, a los que se han añadido otros para completar la tabla 2,

Posteriormente a esta revisión han aparecido otras herramientas, como el GIC 38,57, el Functional Comorbidity Index (FCI) 45, la Marigliano-Cacciafesta polipathological scale 51 o el Multidimensional Prognostic Index 56, Según De Groot, el abordaje de la comorbilidad podría realizarse desde 5 puntos de vista diferentes: un contaje simple del número de enfermedades, una lista de diagnósticos claramente definidos, el cálculo del efecto de la comorbilidad en sistemas específicos o mediante escalas de 3–4 puntos con categorías amplias o una puntuación final basada en pesos ajustados a cada enfermedad presente ( tabla 2 ) 31,

Los autores sugieren, asimismo, que el índice de Charlson, el CIRS con su adaptación para ancianos (CIRS- Geriatrics ), el ICED y el índice de Kaplan son métodos válidos y reproducibles para medir comorbilidad. Para el resto de los índices no hay suficientes datos sobre su validez y reproducibilidad para recomendar su uso habitual.

  1. La tabla 3 recoge los sistemas corporales evaluados por los principales índices de comorbilidad.
  2. El índice de Charlson 32, diseñado originalmente para predecir mortalidad, es el índice de comorbilidad más empleado, tanto en estudios nacionales como internacionales, y está traducido al español ( tabla 4 ).

En el artículo original, los sujetos con un índice de 0 tuvieron una mortalidad a los 10 años del 8% frente al 59% de aquéllos con una puntuación igual o mayor a 3. Trabajos posteriores a su publicación original han demostrado su aplicabilidad en otros campos.

Ha sido validado para predecir resultados funcionales después de un ictus 58, y se ha descrito que también es un buen indicador de salud autopercibida basal y al año, siendo los ítems que mejor se asocian a peor salud autopercibida el cáncer metastático (OR: 2,67), la demencia (OR: 1,91) y la hemiplejia (OR: 1,61) 59,

Una reciente adaptación a la que se ha añadido como nuevos ítems la depresión (1 punto), la hipertensión (1 punto), la anticoagulación oral (1 punto) y las úlceras cutáneas o celulitis (2 puntos) ha demostrado tener una buena capacidad predictora de costes en atención primaria así como de hospitalización, incluso más que la propia edad de los sujetos 60,

  • Sin embargo, este índice adolece de varios problemas cuando se utiliza en ancianos.
  • El peso que se atribuye a cada una de las patologías no se corresponde con la carga de enfermedad que origina cada una de ellas en los mayores.
  • Por ejemplo, la demencia sólo otorga un punto, sorprendentemente lo mismo que la úlcera péptica o el asma, mientras que la máxima puntuación de 6 puntos corresponde al sida, patología muy poco prevalente en ancianos y que ha sufrido grandes cambios en su pronóstico en los últimos años.

Parece, asimismo, que las puntuaciones reflejan la carga de enfermedad en el año 1968, pero que no se han adaptado a los grandes avances terapéuticos en determinadas patologías. Tampoco toma en consideración enfermedades prevalentes, discapacitantes y que condicionan mortalidad en ancianos, como los parkinsonismos, la depresión o la cardiopatía isquémica sin infarto, y otorga iguales puntuaciones a todos los tumores sólidos, leucemias y linfomas, aunque es conocido que el pronóstico no es igual para cada uno de ellos (no es comparable la leucemia linfática crónica a la leucemia mieloide aguda).

Por último, este índice no toma en consideración la severidad de la enfermedad, salvo en los casos de la hepatopatía, diabetes e ictus. Por todo ello, podría considerarse como un índice mediocre para ser usado en la población mayor. El CIRS fue descrito en 1968 por Linn et al 33 y revisado posteriormente por Miller et al 34 en 1992, renombrándolo como CIRS-G al recoger los principales problemas de los ancianos.

Ha sido validado en atención primaria 61, en medio residencial 62, en nonagenarios 63 y en ancianos hospitalizados 64, y se ha demostrado su capacidad predictiva de mortalidad y hospitalización 64,65, Recientemente, se ha publicado una guía para puntuar esta escala 64, con una reproducibilidad intraobservador de 0,83 e interobservador de 0,81, presentando buena correlación con datos clínicos, estancia hospitalaria, uso de fármacos, discapacidad, depresión y estado cognitivo.

Es un índice de sencilla utilización, porque su estructura se ajusta a la práctica clínica habitual, aunque necesita de la historia clínica, exploración y pruebas de laboratorio para una correcta aplicación. Evalúa 14 sistemas corporales ( tabla 3 ) e identifica la severidad de cada uno de ellos del 0 al 4 utilizando una descripción pormenorizada de cada una de las categorías.

A pesar de que todavía no dispone de puntos de corte para categorizar la carga de enfermedad, probablemente el CIRS sea actualmente la mejor herramienta para evaluar comorbilidad en ancianos. El ICED 35 es el único índice que mide la severidad del deterioro funcional junto con la severidad del deterioro fisiopatológico causado por la propia enfermedad.

  • Su reproducibilidad intraobservador es excelente, pero la interobservador resultó sólo regular debido a incertidumbres a la hora de aplicar los criterios de la escala 66,
  • Evalúa 13 sistemas corporales que se recogen en la tabla 3, clasificando la severidad de la enfermedad en cuatro niveles (0=ausencia, 1=leve, 2=moderada, 3=severa) y la severidad de la repercusión funcional en tres (0=ninguna, 1=leve-moderada, 2=severa).

Las puntuaciones se basan en listas explícitas de síntomas, signos y test de laboratorio, y deben obtenerse del historial clínico del paciente. Aunque ha demostrado predecir mortalidad y rehospitalización, la dificultad para clasificar correctamente a los pacientes entre diferentes observadores así como el hecho de que haya sido poco evaluada en ancianos hacen que su uso sea menos recomendable que otros índices de comorbilidad.

El GIC de Rozzini et al 38, una modificación del ICED, evalúa 15 sistemas corporales ( tabla 3 ) clasificando la severidad de la enfermedad ( Index of Disease Severity ) en 5 niveles (0=ausencia, 1=asintomática, 2=sintomática controlada, 3=sintomática no controlada, 4=compromiso vital). La puntuación final establece cuatro clases, según la severidad de los diferentes sistemas (I: uno o más IDS=1; II: uno o más IDS=2; III: un IDS=3 y uno o más IDS=1/2; IV: un IDS=4 o 2 o más IDS=3).

Ha demostrado predecir mortalidad y discapacidad. El índice de Kaplan 36 se desarrolla específicamente para investigación en diabetes y clasifica la comorbilidad en vascular (hipertensión, cardiopatía, enfermedad vascular periférica, retinopatía y cerebrovascular) y no vascular (el pulmón, el hígado, los huesos, el riñón), dando puntuaciones del 0 al 3 dependiendo de la severidad de la afectación.

  • La puntuación final es la de la patología con mayor severidad.
  • Existen dos adaptaciones: el Modified Medical Comorbidity Index 67 y el Adult Comorbidity Evaluation 27 (ACE-27) 68,
  • Casi todos los índices de comorbilidad nacieron en un principio con la intención de predecir mortalidad.
  • Sin embargo, Groll et al en 2005 construyeron el FCI 45 con la intención de predecir funcionalidad.

Esta escala evalúa la existencia o ausencia de 18 condiciones, no sólo enfermedades, como por ejemplo los déficits visuales y auditivos o la obesidad, sin evaluar su severidad, por lo que el rango de puntuación oscila entre 0 y 18. Aunque el índice es sencillo de usar, no existen trabajos específicos en población anciana y los propios autores postulan la necesidad de validarlo mediante un estudio longitudinal.

El Multidimensional Prognostic Index 56 es un índice de comorbilidad recientemente publicado que ha demostrado predecir mortalidad en ancianos frágiles residentes en la comunidad con necesidad de cuidados continuos con un área bajo la curva de 0,69. La aportación de este índice radica en que no sólo incluye enfermedades (neoplasia maligna, insuficiencia cardíaca, EPOC e insuficiencia renal), sino también elementos demográficos, como la edad y el sexo, y aspectos funcionales, como la dependencia en el aseo o en el vestido, generando así una visión más geriátrica de la comorbilidad.

No sería justo concluir este apartado sin referirnos a los últimos trabajos en comorbilidad realizados por el grupo del Cardiovascular Health Study de Harris, Fried y Newman. Este grupo ha publicado recientemente un nuevo índice de comorbilidad denominado Physiologic Index of Comorbidity 55,

Partiendo de las premisas de que los ancianos tienen una alta prevalencia de enfermedad crónica, de que estas enfermedades a menudo no están diagnosticadas o de que cuando se diagnostican ya están en fases muy avanzadas, por lo que llevan tiempo dañando el organismo, las autoras construyen una escala de comorbilidad “subclínica” o fisiológica que pretende identificar los problemas, incluso cuando éstos son indetectables mediante la práctica clínica habitual o se encuentran en fases iniciales.

Utilizando una subcohorte del Cardiovascular Health Study, evalúan la función pulmonar (espirometría, incluyendo capacidad vital forzada y volumen espiratorio máximo en el primer segundo), vascular (ultrasonografía carotídea, identificando el espesor de la íntima-media y el flujo), renal (cistatina-C), cerebral (resonancia magnética, determinando las lesiones isquémicas de sustancia blanca) y la glucemia en ayunas.

La escala puntúa del 0 al 10, y los sujetos con puntuaciones entre 7 y 10 tienen un riesgo 3,8 veces mayor de fallecer a los 9 años. Además de explicar el 40% del efecto de la edad sobre la mortalidad, la escala presenta asociación a dificultades para realizar las actividades de la vida diaria y para moverse.

Aunque las autoras resaltan que la escala debe ser validada en otras cohortes y que podrían incluirse funciones de otros órganos o sistemas, su aportación abre vías epidemiológicas y de investigación muy interesantes para identificar subpoblaciones de ancianos independientes en riesgo de mortalidad o dependencia.

Tampoco podemos olvidar en relación con la comorbilidad clínica y subclínica que algunos índices de fragilidad, como el de Rockwood y Mitnitsky 69, incluyen enfermedades, condiciones y discapacidades, por lo que podrían considerarse índices indirectos de comorbilidad, aunque no fueran herramientas diseñadas específicamente con dicho fin.

Un trabajo de Fortin et al 70 comparó tres de los índices más utilizados en cuanto a su asociación a calidad de vida: el CIRS, el FCI y el índice de Charlson ( tabla 5 ). El CIRS fue el índice que presentó una correlación más intensa, especialmente con los dominios de salud física de la escala de calidad de vida.

  1. Además, los índices ICED, GIC y CIRS-G tienen estudios como predictores de eventos adversos en ancianos y podrían ser más recomendables en este grupo de población.
  2. Aunque, como se ha comentado durante todo el artículo, la elección de un índice en particular es compleja y depende de numerosas variables; por sus características psicométricas, su aplicabilidad en ancianos y su constructo, el CIRS-G podría ser el más recomendable.

Comorbilidad como característica del paciente geriátrico El Tratado de Geriatría para residentes editado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología en 2007 define paciente geriátrico en dos de sus capítulos de la siguiente manera. Sanjoaquín et al describen que es el que presenta tres o más de los siguientes aspectos: edad superior a 75 años, pluripatología relevante, enfermedad principal incapacitante, patología mental acompañante o problemática social 71,

Por su parte, Robles et al describen que es el que presenta las siguientes características: edad avanzada, enfermedades crónicas que originan dependencia, alteración mental, problemática social, dependencia en actividades básicas de la vida diaria/actividades instrumentales de la vida diaria, progresión de la dependencia o síndromes geriátricos 72,

En ambos casos aparece reflejada la presencia de varias enfermedades como criterio de paciente geriátrico. Parece así que inicialmente para los geriatras españoles la comorbilidad sería un criterio que podría ayudar a definir al paciente geriátrico, y de ahí la pertinencia y relevancia de analizarlo en profundidad.

Sin embargo, ¿está bien formulada la pregunta? ¿Y si no existe el paciente geriátrico? ¿Tendría entonces interés definirlo? Cuando hablamos de paciente geriátrico, lo que intentamos identificar es un grupo poblacional con unas características especiales, vulnerable a estresores, con unas necesidades de atención sanitaria específicas y que va a tener mejores resultados de salud cuando es atendido por un geriatra y con un modelo organizativo geriátrico 73,

Los pediatras lo tienen claro. Cuando una persona es menor de 14 años, «llora y tiene mocos», su cuerpo está en fase de maduración, sus funciones intelectuales y su personalidad están en desarrollo, es dependiente de los padres y es vulnerable, no le llaman paciente pediátrico, le llaman niño, y tiene unas necesidades de atención sanitaria específicas.

Y es posible que haya personas de 13 años que se beneficien de otro sistema de atención sanitaria y algunas de 15 que se beneficien de la Pediatría. Los límites de edad tienen esos problemas. Sin embargo, sin ser exactos, producen la mejor de las aproximaciones. ¿Por qué entonces nos empeñamos en mantener la definición de paciente geriátrico cuando es difícilmente entendible y está sujeta a una gran variabilidad de acepciones? Por paciente geriátrico puede entenderse desde el que es mayor de 65, 75 u 80 años, el que se beneficia de ser atendido por un geriatra, el mayor de 65 años con discapacidad y dependencia, hasta el que presenta deterioro cognitivo, problemática social, el paciente institucionalizado, con pluripatología y polifarmacia, en situación terminal o con varios de estos elementos entremezclados.

En última instancia, es la edad la que confiere a este grupo poblacional una serie de características que lo hacen susceptible de una atención sanitaria específica; es la edad la que provoca un declinar progresivo en la reserva funcional de los sistemas creando vulnerabilidad y pérdida de homeostasis; es la edad la que motiva que determinadas enfermedades sean muy prevalentes, tiendan a la cronicidad, a la discapacidad y a la dependencia y tengan una presentación atípica en su aparición; es la edad la que se asocia a una serie de pérdidas en el ámbito psicosocial que dificultan la superación de problemas, y es la edad la que provoca unos cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos que obligan a individualizar tratamientos.

Queda, sin embargo, por resolver cuál es la edad límite, qué grupo poblacional se beneficia más de este modelo sanitario. El envejecimiento satisfactorio depende principalmente del nivel de desarrollo económico, social y sanitario de un país, por lo que el límite de edad variará según dónde nos encontremos.

En los países desarrollados, el límite de los 75 años parece el más adecuado. ¿Y la comorbilidad? Al igual que el declinar funcional de sistemas, el cambio fenotípico, la vulnerabilidad, el riesgo de pérdidas o el riesgo aumentado de mortalidad, la comorbilidad es una característica más asociada al envejecimiento.

Es cierto, como se ha visto, que la comorbilidad o multimorbilidad aumentan el riesgo de mortalidad, deterioro funcional, discapacidad y dependencia, hospitalización, estancia hospitalaria prolongada, institucionalización, pérdida de salud y calidad de vida y que tiene necesidades asistenciales especiales, pero unos claros ejemplos ayudan a entender que por sí sola no define a las personas que se benefician de una atención geriátrica.

Entre una persona de 66 años con un índice de Lawton (IL) de 8, hipertensión arterial, diabetes, úlcera péptica y artrosis (índice de Charlson de 3) que ingresara por EPOC reagudizado, otra persona de 80 años con un IL de 8, con criterios de fragilidad de Fried, pero sin enfermedades (índice de Charlson de 0) que ingresara por una fractura de cadera y una tercera persona de 90 años con demencia severa, Katz G, inmovilizada, con insuficiencia cardíaca, un tumor sólido, un ictus, hipertensión y diabetes (índice de Charlson de 10) que ingresara por una infección urinaria, muchos geriatras opinarían que el que más se beneficia de atención geriátrica es el paciente de 80 años.

Sin embargo, si cambiamos las edades de los pacientes de la siguiente manera: entre una persona de 66 años sin enfermedades, con IL de 8 e índice de Charlson de 0 que ingresara por una fractura de cadera, otra persona de 80 años con demencia severa, Katz G, inmovilizada, con insuficiencia cardíaca, un tumor sólido, un ictus, hipertensión y diabetes (índice de Charlson de 10) que ingresara por una infección urinaria y una tercera persona de 90 años con IL de 8, hipertensión, diabetes, úlcera péptica y artrosis (índice de Charlson de 3) que ingresara por EPOC reagudizado, la mayoría de los geriatras se decantaría por atender al paciente de 90 años.

Lo único que cambia es la edad y no las patologías presentes. Creo que es hora de que los geriatras, al igual que han hecho los pediatras, tengamos el valor frente al resto del colectivo médico de defender que nuestro paciente diana es el anciano, sin otras características que lo disfracen, aunque posiblemente las tenga, y posiblemente con un límite de edad de 75 años.

• La comorbilidad y la multimorbilidad son un problema frecuente en ancianos y son un factor de riesgo de eventos adversos de salud (deterioro funcional, discapacidad, dependencia, institucionalización, hospitalización, mala calidad de vida y muerte), aunque no el principal. • La comorbilidad contribuye a la complejidad del paciente anciano. • Existe un efecto sinergístico específico entre diferentes condiciones que hay que tener en cuenta al elaborar índices de comorbilidad, con especial atención a la medición de su severidad. • El tratamiento de varias condiciones puede empeorar otras o hacer aparecer nuevas, y este problema es mayor en ancianos, donde las disfunciones fisiológicas preclínicas modulan la respuesta a los fármacos. El tratamiento de la comorbilidad en ancianos requiere conocimientos avanzados en Geriatría. • Los índices de comorbilidad en ancianos no deben ser interpretados de manera aislada, sino en un contexto de valoración integral que incluya disfunciones preclínicas asociadas al envejecimiento, a medidas de fragilidad, a aspectos funcionales, mentales y psicosociales. • La comorbilidad, entendida como una compilación de enfermedades, no es la principal característica que define la población que debe ser atendida por un geriatra. La edad y el riesgo de declinar funcional deben primar sobre otras características. • Aunque recomendar un índice de comorbilidad en particular es difícil y depende de numerosas variables, por sus características psicométricas, su aplicabilidad en ancianos y su constructo, el CIRS-G podría ser el más recomendable. Otros, como el índice de Charlson, el ICED y el índice de Kaplan, son también métodos válidos y reproducibles. • Los índices que miden declinar fisiológico o subclínico son herramientas prometedoras de futuro que precisan ser validadas en cohortes longitudinales.

Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses. Bibliografía A.R. Feinstein. The pre-therapeutic classification of co-morbidity in chronic disease. J Chronic Dis, 23 (1970), pp.455-468 J.M. Guralnick. Assessing the impact of comorbidity in the older population.

  • Ann Epidemiol, 6 (1996), pp.376-380 R.
  • Yancik, W.
  • Ershler, W.
  • Satariano, W.
  • Hazzard, H.J. Cohen, L. Ferrucci.
  • Comorbidity: The ultimate geriatric syndrome.
  • Introduction and summary.
  • Report of the National Institute on Aging Task Force on Comorbidity.
  • J Gerontol, 62A (2007), pp.275-280 A.
  • Bartke, K.
  • Coschigano, J.

Kopchick, V. Chandrashekar, J. Mattison, B. Kinney, et al, Genes that prolong life: Relationships of growth hormone and growth to aging and life span. J Gerontol Biol Sci, 56A (2001), pp. B340-B349 L.P. Fried, K. Bandeen-Roche, J.D. Kasper, J.M. Guralnik. Association of comorbidity with disability in older women: The Women’s Health and Aging Study.

  • J Clin Epidemiol, 52 (1999), pp.27-37 F.
  • Béland, M.V.
  • Zunzunegui.
  • Predictors of functional status in older people living at home.
  • Age Ageing, 28 (1999), pp.153-159 R.N.
  • Butler, S.N.
  • Austad, N.
  • Barzilai, A. Braun, S.
  • Helfand, L.
  • Larsen, et al,
  • Longevity genes: From primitive organisms to humans.
  • J Gerontol A Biol Sci Med Sci, 58A (2003), pp.581-584 S.

Greenfield, H.U. Aronow, R.M. Elashoff, D. Watanabe. Flaws in mortality data: The hazards of ignoring comorbid disease. JAMA, 260 (1988), pp.2253-2255 P.W. Wilson, R.B. D′Agostino, D. Levy, A.M. Belanger, H. Silbershatz, W.B. Kannel. Prediction of coronary heart disease using risk factor categories.

See also:  ¿Cuál Es El Tratamiento Farmacológico Para Pacientes Con Epilepsia?

Circulation, 97 (1998), pp.1837-1847 C. Yokota, K. Minematsu, Y. Hasegawa, T. Yamaguchi. Long-term prognosis, by stroke subtypes, after a first-ever stroke: A hospital-based study over a 20-year period. Cerebrovasc Dis, 18 (2004), pp.111-116 D.A. Redelmeier, S.H. Tan, G.L. Booth. The treatment of unrelated disorders in patients with chronic medical diseases.

N Eng J Med, 338 (1998), pp.1516-1520 C.M. Boyd, C.O. Weiss, J. Halter, K.C. Han, W.B. Ershler, L.P. Fried. Comorbidity. Framework for evaluating disease severity measures in older adults with comorbidity. J Gerontol, 62A (2007), pp.286-295 M. Zhang, C.D. Holman, S.D.

Price, F.M. Sanfilippo, D.B. Preen, M.K. Bulsara. Comorbidity and repeat admission to hospital for adverse drug reactions in older adults: Retrospective cohort study. BMJ, 338 (2009), pp. a2752 J.P. Bynum, P.V. Rabins, W. Séller. The relationship between a dementia diagnosis, chronic illness, medicare expenditures, and hospital use.

J Am Geriatr Soc, 52 (2004), pp.187-194 P.A. Rochon, J.N. Katz, L.A. Morrow, R. McGlinchey-Berroth, M.M. Ahlquist, M. Sarkarati, et al, Comorbid illness is associated with survival and lenght of hospital stay in patients with chronic disability. A prospective comparison of three comorbidity indices.

Med Care, 34 (1996), pp.1093-1101 R. Gijsen, N. Hoeymans, F.G. Schellevis, D. Ruwaard, W.A. Satariano, G.A. Van den Bos. Causes and consequences of comorbidity: A review. J Clin Epidemiol, 54 (2001), pp.661-674 M. Fortin, L. Lapointe, C. Hudon, A. Vanasse, A.L. Ntetu, D. Maltais. Multimorbidity and quality of life in primary care: A systematic review.

Health Qual Life Outcomes, 2 (2004), pp.51 L.M. Verbrugge, J.M. Lepkowski, Y. Imanaka. Comorbidity and its impact on disability. Milbank Q, 67 (1989), pp.450-484 D.K. Kiely, J.N. Morris, S.A. Morris, L.A. Cupples, W.L. Ooi, S. Sherwood. The effect of specific medical conditions on functional decline.

  • J Am Geriatr Soc, 45 (1997), pp.1459-1463 J.L. Wolff, C. Boult, C. Boyd, G. Anderson.
  • Newly reported chronic conditions and onset of functional dependency.
  • J Am Gertiatr Soc, 53 (2005), pp.851-855 P.
  • Abizanda, C.
  • Luengo, J.
  • López-Torres, P.
  • Sánchez, L.
  • Romero, C.
  • Fernández.
  • Predictores de mortalidad, deterioro funcional e ingreso hospitalario en una muestra de ancianos residentes en la comunidad.

Rev Esp Geriatr Gerontol, 33 (1998), pp.219-225 W.J. Strawbridge, R.D. Cohen, S.J. Shema, G.A. Kaplan. Successful aging: Predictors and associated activities. Am J Epidemiol, 144 (1996), pp.135-141 S. Shinkai, S. Watanabe, S. Kumagai, Y. Fujiwara, H. Amano, H. Yoshida, et al,

  1. Walking speed as a good predictor for the onset of functional dependence in a Japanese rural community population.
  2. Age Ageing, 29 (2000), pp.441-446 T.
  3. Ishizaki, S.
  4. Watanabe, T.
  5. Suzuki, H.
  6. Shibata, H. Haga.
  7. Predictors for functional decline among nondisabled older Japanese living in a community during a 3-year follow-up.

J Am Geriatr Soc, 48 (2000), pp.1424-1429 L. Simons, J. McCallum, Y. Friedlander, J. Simons. Healthy ageing is associated with reduced and delayed disability. Age Ageing, 29 (2000), pp.143-148 R. Hébert, C. Brayne, D. Spiegelhalter. Factors associated with functional decline and improvement in a very elderly community-dwelling population.

Am J Epidemiol, 150 (1999), pp.501-510 McCusker, R. Kakuma, M. Abrahamowicz. Predictors of functional decline in hospitalized elderly patients: A systematic review. J Gerontol Med Sci, 57A (2002), pp. M569-M577 P. Abizanda Soler, M. León Ortiz, L. Romero Rizos, P.M. Sánchez Jurado, C. Luengo Márquez, L. Domínguez Martín, et al,

La pérdida funcional al ingreso, principal variable explicativa de discapacidad y mortalidad al alta y al mes en ancianos hospitalizados. Rev Esp Geriatr Gerontol, 42 (2007), pp.201-211 S.F. Hall. A users guide to selecting a comorbidity index for clinical research.

  • J Clin Epidemiol, 59 (2006), pp.849-855 V.
  • De Groot, H.
  • Beckerman, G.J.
  • Lankhorst, L.M. Bouter.
  • How to measure comorbidity: A critical review of available methods.
  • J Clin Epidemiol, 56 (2003), pp.221-229 M.E.
  • Charlson, P.
  • Pompei, K.L.
  • Ales, C.R.
  • Mackenzie.
  • A new method of classifying prognostic comorbidity in longitudinal studies: Development and validation.

J Chronic Dis, 40 (1987), pp.373-383 B.S. Linn, M.W. Linn, L. Gurel. Cumulative illness rating scale. J Am Geriatr Soc, 16 (1968), pp.622-626 M.D. Miller, C.F. Paradis, P.R. Houck, S. Mazumdar, J.A. Stack, A.H. Rifai, et al, Rating chronic medical illness burden in geropsychiatric practice and research: Application of the Cumulative Illness Rating Scale.

  1. Psychiatry Res, 41 (1992), pp.237-248 S.
  2. Greenfield, G.
  3. Apolone, B.J.
  4. McNeil, P.D. Cleary.
  5. The importance of co-existent disease in the occurrence of postoperative complications and one-year recovery in patients undergoing total hip replacement.
  6. Comorbidity and outcomes after hip replacement.
  7. Med Care, 31 (1993), pp.141-154 M.H.

Kaplan, A.R. Feinstein. The importance of classifying initial comorbidity in evaluating the outcome of diabetes mellitus. J Chronic Dis, 27 (1974), pp.387-404 H.L. Crabtree, C.S. Gray, A.J. Hildreth, J.E. O′Connell, J. Brown. The Comorbidity Symptom Scale: A combined disease inventory and assessment of symptom severity.

  • J Am Geriatr Soc, 48 (2000), pp.1674-1678 R.
  • Rozzini, G.B.
  • Frisoni, L.
  • Ferrucci, P.
  • Barbisoni, T.
  • Sabatini, P.
  • Ranieri, et al,
  • Geriatric Index of Comorbidity: Validation and comparison with other measures of comorbidity.
  • Age Ageing, 31 (2002), pp.277-285 S.
  • Greenfield, L.
  • Sullivan, K.A. Dukes, R.
  • Siliman, R.
  • D′Agostino, S.H.

Kaplan. Development and testing of a new measure of case mix for use in office practice. Med Care, 33 (1995), pp. AS47-AS55 New classification of physical status. Anesthesiology, 24 (1963), pp.111 T.L. Lash, V. Mor, D. Wieland, L. Ferrucci, W. Satariano, R.A.

  • Silliman. Comorbidity.
  • Review article.
  • Methodology, design and analytic techniques to address measurement of comorbid disease.
  • J Gerontol, 62A (2007), pp.281-285 A.
  • Arlamangla, M.
  • Tinetti, J.
  • Guralnick, S.
  • Studenski, T. Wetle, D. Reuben.
  • Comorbidity.
  • Special article.
  • Comorbidity in older adults: Nosology of impairment, diseases and conditions.

J Gerontol, 62A (2007), pp.296-300 World Health Organization. Toward a common languaje of functioning, disability and health. The International Classification of Functioning, Disability and Health (ICF). World Health Organization, (2002), D.L. Groll, T. To, C.

  • Bombardier, J.G. Wright.
  • The development of a comorbidity index with physical function as the outcome.
  • J Clin Epidemiol, 58 (2005), pp.595-602 C.D.
  • Mulrow, M.B.
  • Gerety, J.E.
  • Cornell, V.A.
  • Lawrence, D.N. Kanten.
  • The relationship between disease and function and perceived health in very frail elders.
  • J Am Geriatr Soc, 42 (1994), pp.374-380 A.P.

Hallstrom, L.A. Cobb, B.H. Yu. Influence of comorbidity on the outcome of patients treated for out-of-hospital ventricular fibrillation. Circulation, 93 (1996), pp.2019-2022 R.A. Incalzi, O. Capparella, A. Gemma, F. Landi, E. Bruno, F. Di Meo, et al, The interaction between age and comorbidity contributes to predicting the mortality of geriatric patients in the acute-care hospital.

J Intern Med, 242 (1997), pp.291-298 M. Liu, T. Tsuji, K. Tsujiuchi, N. Chino. Comorbidities in stroke patients as assessed with a newly developed comorbidity scale. Am J Phys Med Rehabil, 78 (1999), pp.416-424 M. Shwartz, L.I. Iezzoni, M.A. Moskowitz, A.S. Ash, E. Sawitz. The importance of comorbidities in explaining differences in patient costs.

Med Care, 34 (1996), pp.767-782 A. Amici, P. Cicconetti, A. Baratta, A. Languanti, C. Scalise, G. Giudice, et al, The Marigliano-Cacciafesta polipathological scale (MCPS): A tool for predicting the risk of developing disability. Arch Gerontol Geriatr, 47 (2008), pp.201-206 J.C.

  • Cornoni-Huntley, D.J.
  • Foley, J.M.
  • Guralnick.
  • Co-morbidity analysis: A strategy for understanding mortality, disability and use of health care facilities of older people.
  • Int J Epidemiol, 20 (1991), pp.
  • S8-S17 E.L.
  • Hurwitz, H.
  • Morgenstern.
  • The effects of comorbidity and other factors on medical versus chiropractic care for back problems.

Spine, 22 (1997), pp.2254-2263 G.R. Parkerson Jr, W.E. Broadhead, C.K. Tse. The Duke Severity of Illness Checklist (DUSOI) for measurement of severity and comorbidity. J Clin Epidemiol, 46 (1993), pp.379-393 A.B. Newman, R.M. Boudreau, B.L. Naydeck, L.F. Fried, T.B.

Harris. A physiologic index of comorbidity: Relationship to mortality and disability. J Gerontol A Biol Sci Med Sci, 63 (2008), pp.603-609 E.C. Carey, K.E. Covinsky, L.Y. Lui, C. Eng, L.P. Sands, L.C. Walter. Prediction of mortality in community-living frail elderly people with long-term care needs. J Am Geriatr Soc, 56 (2008), pp.68-75 R.

Rozzini, T. Sabatini, P. Barbisoni. How to measure comorbidity in elderly persons. J Clin Epidemiol, 57 (2004), pp.321-322 A. Tessier, L. Finch, S.S. Daskalopoulou, N.E. Mayo. Validation of the Charlson Comorbidity Index for predicting functional outcome of stroke.

  1. Arch Phys Med Rehabil, 89 (2008), pp.1276-1283 D.A.
  2. Heller, F.M.
  3. Ahern, K.E.
  4. Pringle, T.V. Brown.
  5. Among older adults, the responsiveness of self-rated health to changes in Charlson comorbidity was moderated by age and baseline comorbidity.
  6. J Clin Epidemiol, 62 (2009), pp.177-187 M.E.
  7. Charlson, R.E.
  8. Charlson, J.C.

Peterson, S.S. Marinopoulos, W.M. Briggs, J.P. Hollenberg. The Charlson comorbidity index is adapted to predict costs of chronic disease in primary care patients. J Clin Epidemiol, 61 (2008), pp.1234-1240 C. Hudon, M. Fortin, A. Vanasse. Cumulative illness rating scale was a reliable and valid index in a family practice context.

  1. J Clin Epidemiol, 58 (2005), pp.603-608 P.A.
  2. Parmelee, P.D.
  3. Thuras, I.R.
  4. Atz, M.P. Lawton.
  5. Validation of the cumulative illness rating scale in geriatric residential population.
  6. J Am Geriatr Soc, 43 (1995), pp.130-137 N.
  7. Nagaratnam, G.
  8. Gayagay Jr.
  9. Validation of the cumulative illness rating scale (CIRS) in hospitalized nonagenarians.

Arch Gerontol Geriatr, 44 (2007), pp.29-36 F. Salvi, M.D. Miller, A. Grilli, R. Giorgi, A.L. Towers, V. Morichi, et al, A manual of guidelines to score the modified cumulative illness rating scale and its validation in acute hospitalized elderly patients. J Am Geriatr Soc, 56 (2008), pp.1926-1931 R.

Mistry, I. Gokhman, R. Bastani, R. Gould, E. Jiménez, A. Maxwell, et al, Measuring medical burden using CIRS in older veterans enrolled in UPBEAT, a psychogeriatric treatment program: A pilot study. J Gerontol A Biol Sci Med Sci, 59A (2004), pp.1068-1075 K. Imamura, M. McKinnon, R. Middleton, N. Black. Reliability of a comorbidity measure: The index of co-existent disease (ICED).

J Clin Epidemiol, 50 (1997), pp.1001-1006 J.F. Piccirillo. Impact of comorbidity and symptoms on the prognosis of patients with oral carcinoma. Arch Otolaryngol Head Neck Surg, 126 (2000), pp.1086-1088 J.F. Piccirillo. Importance of comorbidity in head and neck cancer.

  • Laryngoscope, 110 (2000), pp.593-602 K.
  • Rockwood, A.
  • Mitnitsky.
  • Frailty in relation to the accumulation of deficits.
  • J Gerontol Biol Sci Med Sci, 62A (2007), pp.722-727 M.
  • Fortin, C.
  • Hudon, M.F.
  • Dubois, J.
  • Almirall, L.
  • Lapointe, H. Soubhi.
  • Comparative assessment of three different indices of multimorbidity for studies on health-related quality of life.

Health Qual Life Outcomes, 3 (2005), pp.74-80 Sanjoaquín Romero AC, Fernández Arín E, Mesa Lampre MP, García-Arilla Calvo E. Valoración geriátrica integral. En: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, editor. Tratado de geriatría para residentes.

Madrid: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología; 2007.p.59–68. Robles Raya MJ, Miralles Basseda R, Llorach Gaspar I, Cervera Alemany AM. Definición y objetivos de la especialidad de geriatría. Tipología de ancianos y población diana. En: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, editor. Tratado de geriatría para residentes.

Madrid: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología; 2007.p.25–32. Abizanda Soler P. Paciente geriátrico: perfil clínico. Presencia de comorbilidad. En: López Arrieta JM, Rodríguez Mañas L, editores. Atención sanitaria al anciano. Madrid: Sociedad Española de Medicina Geriátrica; 2008: p.67–85.

¿Qué tipo de personas son más vulnerables al Covid 19?

En la Anáhuac te compartimos el listado de la CDC sobre las personas más vulnerables de contraer coronavirus y que necesitan tomar precauciones adicionales. – Más información sobre el Covid-19 Ante la llegada del coronavirus ( COVID-19 ), en México y el mundo se han puesto en marcha una serie de acciones para evitar su propagación, sin embargo hay grupos de personas que son más vulnerables de contraer el virus.

De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y como se ha dicho desde que inició la pandemia, los adultos mayores y los grupos de cualquier edad con afecciones subyacentes graves son las personas más vulnerables y con un mayor riesgo de enfermarse gravemente a causa del COVID-19 pero, ¿son ellos los únicos grupos vulnerables? A continuación, te presentamos un listado de las personas más vulnerables y que deben tener mayores cuidados para reducir el riesgo de presentar complicaciones graves a causa del COVID-19 : • Adultos mayores (más de 65 años) • Personas que viven en un hogar de ancianos o en un establecimiento de cuidados a largo plazo • Personas con afecciones subyacentes graves, en especial si no están bien controladas (enfermedad pulmonar crónica o asma moderada a grave, afecciones cardiacas graves o con sistema inmunitario deprimido) • Personas con obesidad grave (índice de masa corporal de 40 o superior) • Personas con diabetes • Personas con enfermedad renal crónica en tratamiento de diálisis • Personas con enfermedad hepática • Personas con asma moderada a grave • Personas con VIH en función de su edad y otras afecciones Otras poblaciones como mujeres embarazadas, personas sin hogar y personas con discapacidades también podrían tener mayores probabilidades de enfermarse de COVID-19.

Para reducir su riesgo se recomienda: • Quedarse en casa • Lavarse las manos con frecuencia • Procurar una sana distancia (aproximadamente a la longitud de dos brazos) • Mantenerse alejado de personas enfermas • Restringir visitas • Abastecerse de suministros • Limpiar y desinfectar los servicios que se tocan con más frecuencia • Evitar viajes que no sean estrictamente necesarios • Llame a su profesional de atención médica si tiene inquietudes acerca del COVID-19 y su afección subyacente, o si está enfermo.

¿Cuánto tiempo está el virus en el cuerpo?

La duración del virus SARS-CoV-2 en el cuerpo es clave para asignar la vuelta a la vida normal de las personas contagiadas. En la mayoría de los casos, a los 10 días tras el primer positivo se establece la línea para la vuelta a la rutina, por la bajada de la posibilidad de infección,

  1. Una cifra que choca con algunos estudios, por los cuales se ha constatado la duración media de la positividad en unos 27,9 dí as, casi un mes después del inicio de los síntomas.
  2. Así, tal y como se expone en una investigación dirigida por científicos italianos y publicada en La Medicina del Lavoro, destaca como l a duración media de la excreción del SARS-CoV-2 resultó igual a 26,5 días,

Un dato al que suman que la duración máxima de la infectividad entre sujetos inmunocompetentes se informó después de 18 días desde el inicio de los síntomas, mientras que en individuos inmunocomprometidos supera el mes. Según exponen los investigadores, la mayor duración de la posibilidad de infectar choca con las directrices políticas que plantean el regreso al entorno laboral tras 21 días para las personas inmunodeprimidas, pues estas siguen infectado.

¿Cuánto puede durar el Covid en una persona?

El nuevo coronavirus tarda unos 30 días en desaparecer del cuerpo de la persona contagiada tras un primer resultado positivo. Así se desprende de un estudio publicado en BMJ y realizado en Italia, que cifra en 36 días los que pasan desde el inicio de síntomas hasta la eliminación del virus.

¿Cuáles son las principales consecuencias de la comorbilidad en la salud de las personas mayores?

Resumen La comorbilidad es un problema frecuente en ancianos que contribuye a la complejidad de este grupo poblacional y supone un factor de riesgo de eventos adversos de salud (deterioro funcional, discapacidad, dependencia, institucionalización, hospitalización, mala calidad de vida y muerte), aunque no el principal.

  • La comorbilidad entendida como una compilación de enfermedades no es la principal característica que define la población que debe ser atendida por un geriatra.
  • La edad y el riesgo de declinar funcional deben primar sobre otras características.
  • Los índices de comorbilidad en ancianos no deben ser interpretados de manera aislada, sino en un contexto de valoración integral que incluya disfunciones preclínicas asociadas al envejecimiento, a las medidas de fragilidad, a los aspectos funcionales, mentales y psicosociales.

El manejo clínico de la comorbilidad en ancianos requiere conocimientos avanzados en Geriatría, puesto que el tratamiento de varias condiciones puede empeorar otras o hacer aparecer nuevas y porque las disfunciones fisiológicas preclínicas modulan la respuesta a los fármacos.

  • Aunque recomendar un índice de comorbilidad en particular es complejo y depende de numerosas variables, por sus características psicométricas, su aplicabilidad en ancianos y su constructo, la Cumulative Illness Rating Scale en su versión adaptada a ancianos podría ser el más recomendable.
  • Otros, como el índice de Charlson, el Index of CoExistent Disease y el índice de Kaplan, son también métodos válidos y reproducibles.

Palabras clave: Comorbilidad Anciano Medicina geriátrica Revisión Abstract Comorbidity is common in the elderly and contributes to the complexity of this population subgroup. This problem is a risk factor for major adverse events such as functional decline, disability, dependency, poor quality-of-life, institutionalization, hospitalization and death, but is not the most important factor.

Age and risk of functional decline rather than comorbidity (understood as a compilation of diseases) are the main characteristics defining the target population attended by geriatricians. Comorbidity indexes should not be interpreted independently in the elderly, but within a context of comprehensive geriatric assessment that includes age-related preclinical dysfunctions, frailty measures, and functional, mental and psychosocial issues.

The clinical management of comorbidity in the elderly requires advanced knowledge of geriatrics because the treatment of one condition may worsen or lead to the development of others and because preclinical physiological dysfunctions modulate drug response.

Recommending a specific comorbidity index is difficult and depends on multiple factors, due to their psychometric characteristics, applicability in the elderly and their construct. However, the Cumulative Illness Rating Scale, in the version adapted to the elderly, could be highly suitable. Other instruments, such as the Charlson index, the Index of CoExistent Disease and the Kaplan index are also valid and reproducible.

Keywords: Comorbidity Elderly Geriatric medicine Review Texto completo Introducción Se entiende por comorbilidad «cualquier entidad (enfermedad, condición de salud) adicional que ha existido o puede ocurrir durante el curso clínico de un paciente con una enfermedad guí» 1,

No hay que confundir este término con multimorbilidad, definida como la “concurrencia de varias enfermedades o condiciones de salud en una persona sin dominancia o relación entre ambas” 2, Estos dos términos aparecen en la literatura médica utilizados muchas veces de manera indistinta, a pesar de representar diferentes conceptos.

Multimorbilidad se utiliza con mayor frecuencia en Europa y en publicaciones, y aunque la mayoría de las escalas se identifican como “índices de comorbilidad”, lo que miden realmente es multimorbilidad, puesto que no se refieren a una enfermedad guía.

  1. Dejando clara esta confusión semántica y a pesar de saber que la nomenclatura no es la correcta, para no alterar los nombres originales de las escalas y herramientas existentes, en adelante en esta revisión nos referiremos a comorbilidad y a multimorbilidad de manera indistinta.
  2. La definición y utilidad de la comorbilidad puede, además, variar dependiendo de que queramos utilizarla con objetivos clínicos, epidemiológicos, diagnósticos, terapéuticos, pronósticos, investigadores, de diseño de servicios sanitarios o como variable de resultado.

Además, cuando analizamos este término en ancianos, surgen varios interrogantes que deberían ser explicados conceptualmente.

• ¿Se refiere exclusivamente a problemas médicos (enfermedades clásicas) o incluye también otras condiciones relacionadas con el envejecimiento, como la fragilidad, la sarcopenia, la andropausia o los tradicionales síndromes geriátricos (incontinencia, caídas, inmovilidad o deterioro cognitivo), entre otros? • ¿Los problemas de salud pueden ser clasificados en orden jerárquico? • ¿La comorbilidad siempre modula o modifica una enfermedad de referencia o puede haber ocasiones en que esto no sea cierto y sea preciso el término multimorbilidad? • ¿Cuál es la relación entre comorbilidad y factores etiológicos preclínicos de fragilidad y declinar fisiológico, como la inflamación, el estrés oxidativo, la aterosclerosis o la obesidad? • ¿Cuál es la historia natural de la comorbilidad?

Es importante no caer en la simplificación excesiva cuando se aborda un problema tan complejo y con tantas posibles soluciones. La aproximación es más sencilla en la medicina moderna convencional, donde se manejan exclusivamente clasificaciones detalladas de enfermedades para profundizar en su diagnóstico, tratamiento y pronóstico.

Sin embargo, en medicina geriátrica el problema se complica debido a la existencia de un cúmulo de disfunciones preclínicas en múltiples sistemas que originan vulnerabilidad y mayor riesgo de deterioro funcional ydiscapacidad. En la figura 1 se presenta un marco conceptual que intenta explicar cómo encaja la comorbilidad en el modelo geriátrico de la medicina 3,

La comorbilidad en ancianos no debe ser interpretada de manera aislada, sino en un contexto de valoración integral que incluya disfunciones preclínicas asociadas al envejecimiento, a medidas de fragilidad, a aspectos funcionales, mentales y psicosociales como mínimo.

El gran reto que surge de estas reflexiones es cómo integrar las alteraciones fisiológicas y disfunciones preclínicas con las enfermedades en los índices de comorbilidad en ancianos para que tengan validez como medidoras de resultados de salud (deterioro funcional, discapacidad, dependencia, hospitalización, institucionalización, mala calidad de vida o muerte).

Relevancia de la comorbilidad La presencia de múltiples enfermedades es muy frecuente en edades avanzadas, y estudios poblacionales han comprobado cómo el número de enfermedades que presentan los sujetos aumenta con la edad. Se ha descrito que el 24% de los mayores de 65 años y el 31,4% de los mayores de 85 años padecen cuatro o más condiciones crónicas 4,

  1. En el Women′s Health and Aging Study más de la mitad de las mujeres tenían tres o más condiciones crónicas importantes, siendo la media de tres por mujer 5,
  2. En nuestro país, el estudio Leganés describió que casi el 60% de la población mayor de 65 años presentaba en 1993 cuatro o más enfermedades crónicas de un total de 13 evaluadas 6,

La tabla 1 presenta datos de la Encuesta Nacional de Salud del 2006, en la que se describe la prevalencia de las principales condiciones de salud de los mayores de 65 años 7, Si bien no se contabiliza la comorbilidad como tal, sumando los porcentajes de las diferentes patologías, se observa que hay una prevalencia aproximada de enfermedad del 410% entre los 65 y los 74 años y del 470% en los mayores de 75 años, lo que implica una media de 4,1 y 4,7 enfermedades crónicas por persona, respectivamente.

Si a esto sumamos que un número importante de mayores con menos enfermedades crónicas presenta otras alteraciones subclínicas, como pérdida de fuerza, lentitud de marcha o pérdida de memoria, y que existe un alto porcentaje de enfermedad infradiagnosticada e infrarreferida, los porcentajes podrían ser aún mayores 8,

Sin embargo, y a pesar de la evidente relevancia del problema, resulta sorprendente que ninguno de los principales tratados de Geriatría (Cassel, Brocklehurst, Hazzard, Pathy o Evans) cuente con un capítulo específico sobre la comorbilidad en el anciano.

  • Las consecuencias de la comorbilidad sobre los resultados de salud son bien conocidas desde hace tiempo 9,
  • Afecta y modula la progresión de las enfermedades concurrentes 10,11, modifica la eficacia de los tratamientos 12, aumenta el riesgo de iatrogenia y eventos adversos 13,14, incrementa el riesgo de hospitalización, de hospitalización prevenible 14,15 y prolonga la estancia hospitalaria 16, empeora la calidad de vida de las personas 17,18, aumenta el riesgo y severidad de discapacidad y dependencia 5,19 e incrementa el riesgo de muerte 16,17,

Un adecuado conocimiento del manejo de la comorbilidad en ancianos puede derivar en la modificación de tratamientos estandarizados, ayudar a priorizar actuaciones y evitar tratamientos innecesarios basándose en la regla de la Medicina « primum non nocere ».

• Pronóstico:

○ una condición empeora otra; ○ una condición aumenta el riesgo de presentar otra, ○ y la combinación de dos condiciones tiene un efecto sinergístico sobre otros aspectos de salud.

• Diagnóstico:

○ una condición dificulta o enmascara el diagnóstico de otra.

• Tratamiento:

○ el tratamiento de una condición empeora u origina otra; ○ la respuesta al tratamiento de una condición se ve afectada por una segunda existente, ○ y la combinación de tratamientos para varias condiciones origina nuevos problemas de salud.

• Etiología:

○ dos o más condiciones aparecen juntas con mayor frecuencia de lo esperado (¿causa común?).

Sin embargo, lo que más ocupa y preocupa en el ámbito de la Geriatría es la asociación a discapacidad. Existe una clara asociación entre comorbilidad, declinar funcional y discapacidad. Kiely 20 describe en un estudio de cohortes prospectivo a dos años que el presentar cuatro de las siguientes patologías (cardíaca, artrosis, diabetes, cáncer, ictus) duplica el riesgo de presentar declinar funcional frente a los que padecen una o ninguna.

  • De igual manera, Wolff et al 21 analizan cómo las condiciones crónicas incidentes afectan al inicio de la dependencia funcional.
  • Estudian 16 condiciones incidentes (hipertensión arterial, enfermedad coronaria, cardiopatía, ictus, cáncer, diabetes, artritis reumatoide, osteoartrosis, demencia, enfermedad mental/psiquiátrica, osteoporosis, fractura de cadera, enfermedad de Parkinson, enfermedad pulmonar obstructiva crónica /asma, índice de masa corporal superior a 30 o inferior a 18,5 kg/m 2 ) y encuentran que el presentar una de ellas supone un riesgo 1,9 veces mayor de presentar dependencia funcional nueva, el presentar dos supone un riesgo 4,3 veces mayor y el presentar tres o más supone un riesgo 13 veces mayor de dependencia funcional.

Profundizando más, en el Women′s Health and Aging Study 5 se relacionaron 14 enfermedades (artrosis, cardiopatía, alteraciones sensoriales, ictus, enfermedad pulmonar, diabetes, cáncer, hipertensión, deterioro cognitivo, enfermedad de Parkinson y fractura de cadera) y sus interacciones dos a dos con discapacidad.

Los autores encontraron una alta asociación entre enfermedad y discapacidad, mayor que la esperada por la edad. Se detectó que cada enfermedad se asocia a un perfil específico de discapacidad y que parejas específicas de enfermedades se asocian de manera sinergística a algunas discapacidades (aumentando, apareciendo o desapareciendo).

El cáncer y la cardiopatía tienen una odds ratio (OR) de discapacidad de 1,2 y 2,3 cuando aparecen aisladas. Cuando coexisten, el riesgo aumenta a 6,2, siendo de 10,3 para actividades básicas de la vida diaria y 5,1 para actividades instrumentales de la vida diaria.

Existen, sin embargo, otros estudios en la literatura médica que no han podido detectar esa asociación entre comorbilidad y eventos adversos 22–28, ¿Están mal diseñados? ¿La asociación no es tan evidente? La respuesta a esta incongruencia se resuelve cuando introducimos el análisis multivariante en los estudios.

Cuando en este tipo de trabajos que habitualmente son cohortes seguidas durante años se introducen como covariables la situación funcional y la cognitiva, la mayoría del resto de variables predictoras desaparecen, como es el caso de la comorbilidad, quedando habitualmente la edad como única variable asociada al riesgo de eventos adversos.

En un reciente estudio de Abizanda et al en 400 ancianos hospitalizados por enfermedad médica, sólo la pérdida funcional al ingreso (OR entre 2,6 y 5,2), la demencia (OR entre 2,1 y 2,7) y la edad mayor de 85 años (OR: 1,7) fueron predictoras de mortalidad o deterioro funcional al alta y al mes, quedando otras variables, como la comorbilidad, fuera de los modelos 29,

Este problema podría haberse solucionado si los índices de comorbilidad empleados hubieran incluido medidas de severidad fisiológica o funcional de las patologías recogidas, como hacen las nuevas herramientas. La mayoría de los estudios están realizados con escalas que no valoran severidad y, además, existe una gran variabilidad en los objetivos, la fisiopatología explicada, la caracterización de la severidad, la validez, la reproducibilidad y los costes de las principales escalas.

Algunas de estas medidas se basan en aspectos funcionales, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer, otras en aspectos clínicos, como la enfermedad de Parkinson, la insuficiencia cardíaca, la EPOC o el ictus, y otras en mediciones cuantitativas, como la hipertensión, diabetes, dislipemia, osteoporosis o insuficiencia renal.

La aproximación basada en la severidad y con datos cuantitativos es compleja porque requiere mayor recogida de información, pero es más exacta. A pesar de ello, el empleo racional de algunas medidas de severidad validadas podría mejorar el estudio de la comorbilidad en ancianos 13,

  • ¿Cómo se mide la comorbilidad? Índices de comorbilidad Se denomina índice de comorbilidad a la reducción de las enfermedades de una persona y su severidad a una puntuación que permite su comparación con otras personas.
  • Los índices de comorbilidad deben ser diferenciados de la valoración del impacto de las enfermedades de una persona en su estado de salud global 30,

Los índices de comorbilidad pueden utilizarse como variables de confusión, como variables moduladoras, como variables de exposición o como variables de resultado, y según cuál sea el objetivo deseado, deberán modificar su estructura 31, Habitualmente se utilizan en investigación y en epidemiología para estratificar la población de estudio en grupos con riesgo similar y no suelen utilizarse en la práctica clínica habitual porque aportan una información escasa, en ocasiones, sesgada y de difícil comprensión clínica para un paciente determinado.

Todos los índices de comorbilidad se basan en información obtenida bien de informes médicos (índice de Charlson 32, Cumulative Illness Rating Scale 33,34, Index of Coexisting Diseases 35, Kaplan-Fenstein Index ) 36, autorreferida por el paciente ( Comorbidity Symptom Scale 37, Geriatric Index of Comorbidity 38, Total Illness Burden Index ) 39, del juicio clínico (índice de la Asociación Americana de Anestesiología ) 40 o de bases de datos administrativas ( Minimum Data Set ) 41, y todos ellos tienen sus ventajas e inconvenientes 42,

Los informes médicos suelen recoger la mayoría de las enfermedades que aparecen en los índices, su severidad y la repercusión que tienen sobre el tratamiento y el pronóstico. Sin embargo, y aunque a priori esta aproximación suele ser la más válida, adolece de varios problemas.

  1. La calidad de los informes puede ser variable, deben estar disponibles y con una antigüedad suficiente para recabar toda la información, el paciente debe dar su consentimiento y la revisión puede ser costosa en tiempo y recursos humanos.
  2. Cuando la información se recoge del propio paciente, ésta puede ser más o menos completa, según el estado cognitivo y la implicación del sujeto en su estado de salud.

El coste puede ser menor en estudios pequeños, pero mayor en estudios poblacionales o en instituciones. Tienen buena correlación con los obtenidos de informes médicos, aunque puede haber errores que introduzcan sesgos en los resultados de los estudios.

El juicio clínico, como el usado en la escala ASA de anestesia, aporta simplicidad a la recogida de datos, independencia y buenas correlaciones con los informes médicos, pero su excesiva simplicidad enmascara la complejidad de la comorbilidad, sobre todo en ancianos, pudiendo perder información valiosa y relevante.

La información recogida de bases de datos administrativos dependerá del nivel de complejidad de éstos. Por ejemplo, en el Minimum Data Set que se emplea en residencias se combina el informe médico, el juicio clínico y la visión administrativa, dando un buen perfil del residente.

Recientemente, un informe de la Task Force en comorbilidad del National Institute on Aging 43 ha propuesto que la medición de la comorbilidad en ancianos podría realizarse valorando el funcionamiento en sistemas fisiológicos y psicológicos paralelos a la clasificación internacional de la OMS en funcionamiento, discapacidad y salud (ICF) 44,

Así, en funciones mentales podrían valorarse afecto, memoria, atención, orientación, lenguaje, cálculo, abstracción, juicio, funciones ejecutivas y sueño, mientras que en el sistema cardiovascular serían la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la hipotensión ortostática, la función cardíaca sistólica y diastólica, el estado de las válvulas cardíacas, el flujo coronario, carotídeo y periférico, la tolerancia al ejercicio y la competencia del sistema venoso.

Este abordaje tiene la ventaja de reconocer que el estado de salud no depende exclusivamente de las enfermedades diagnosticadas (sesgadas por múltiples factores, como el acceso a los sistemas de salud, los umbrales de diagnóstico cambiantes o los errores diagnósticos), sino también de cambios preclínicos fisiológicos o patológicos que acontecen con el devenir de los años y que pueden configurar un estado de fragilidad.

Reconoce también la importancia que tienen aspectos como los sentidos, movilidad, cognición y afecto, sobre el estado de salud de una persona, creando una visión más global 43, Por último, cabe recordar que la comorbilidad no es un término estático, sino dinámico y claramente asociado al envejecimiento, aunque con una gran variabilidad interindividual, expuesto a exacerbaciones y a remisiones.

No existe el índice de comorbilidad ideal, sino que depende del objetivo deseado, las posibilidades del lugar de aplicación y la población de referencia (población general, ancianos, mujeres, niños, con algún factor de riesgo específico). En la mayoría de los centros clínicos y de investigación se usan índices basados exclusivamente en enfermedades y que evitan el abordaje fisiológico previamente expuesto.

Esta aproximación simplista puede ser válida a pesar de no ser la más adecuada, pero no debe hacernos creer que es la más idónea para la población anciana. Índices de comorbilidad más usados Una revisión sistemática de la literatura médica 31 encontró 13 métodos diferentes para valorar la comorbilidad, 12 índices y un método de contaje de enfermedades, a los que se han añadido otros para completar la tabla 2,

Posteriormente a esta revisión han aparecido otras herramientas, como el GIC 38,57, el Functional Comorbidity Index (FCI) 45, la Marigliano-Cacciafesta polipathological scale 51 o el Multidimensional Prognostic Index 56, Según De Groot, el abordaje de la comorbilidad podría realizarse desde 5 puntos de vista diferentes: un contaje simple del número de enfermedades, una lista de diagnósticos claramente definidos, el cálculo del efecto de la comorbilidad en sistemas específicos o mediante escalas de 3–4 puntos con categorías amplias o una puntuación final basada en pesos ajustados a cada enfermedad presente ( tabla 2 ) 31,

Los autores sugieren, asimismo, que el índice de Charlson, el CIRS con su adaptación para ancianos (CIRS- Geriatrics ), el ICED y el índice de Kaplan son métodos válidos y reproducibles para medir comorbilidad. Para el resto de los índices no hay suficientes datos sobre su validez y reproducibilidad para recomendar su uso habitual.

La tabla 3 recoge los sistemas corporales evaluados por los principales índices de comorbilidad. El índice de Charlson 32, diseñado originalmente para predecir mortalidad, es el índice de comorbilidad más empleado, tanto en estudios nacionales como internacionales, y está traducido al español ( tabla 4 ).

En el artículo original, los sujetos con un índice de 0 tuvieron una mortalidad a los 10 años del 8% frente al 59% de aquéllos con una puntuación igual o mayor a 3. Trabajos posteriores a su publicación original han demostrado su aplicabilidad en otros campos.

Ha sido validado para predecir resultados funcionales después de un ictus 58, y se ha descrito que también es un buen indicador de salud autopercibida basal y al año, siendo los ítems que mejor se asocian a peor salud autopercibida el cáncer metastático (OR: 2,67), la demencia (OR: 1,91) y la hemiplejia (OR: 1,61) 59,

Una reciente adaptación a la que se ha añadido como nuevos ítems la depresión (1 punto), la hipertensión (1 punto), la anticoagulación oral (1 punto) y las úlceras cutáneas o celulitis (2 puntos) ha demostrado tener una buena capacidad predictora de costes en atención primaria así como de hospitalización, incluso más que la propia edad de los sujetos 60,

Sin embargo, este índice adolece de varios problemas cuando se utiliza en ancianos. El peso que se atribuye a cada una de las patologías no se corresponde con la carga de enfermedad que origina cada una de ellas en los mayores. Por ejemplo, la demencia sólo otorga un punto, sorprendentemente lo mismo que la úlcera péptica o el asma, mientras que la máxima puntuación de 6 puntos corresponde al sida, patología muy poco prevalente en ancianos y que ha sufrido grandes cambios en su pronóstico en los últimos años.

Parece, asimismo, que las puntuaciones reflejan la carga de enfermedad en el año 1968, pero que no se han adaptado a los grandes avances terapéuticos en determinadas patologías. Tampoco toma en consideración enfermedades prevalentes, discapacitantes y que condicionan mortalidad en ancianos, como los parkinsonismos, la depresión o la cardiopatía isquémica sin infarto, y otorga iguales puntuaciones a todos los tumores sólidos, leucemias y linfomas, aunque es conocido que el pronóstico no es igual para cada uno de ellos (no es comparable la leucemia linfática crónica a la leucemia mieloide aguda).

  1. Por último, este índice no toma en consideración la severidad de la enfermedad, salvo en los casos de la hepatopatía, diabetes e ictus.
  2. Por todo ello, podría considerarse como un índice mediocre para ser usado en la población mayor.
  3. El CIRS fue descrito en 1968 por Linn et al 33 y revisado posteriormente por Miller et al 34 en 1992, renombrándolo como CIRS-G al recoger los principales problemas de los ancianos.

Ha sido validado en atención primaria 61, en medio residencial 62, en nonagenarios 63 y en ancianos hospitalizados 64, y se ha demostrado su capacidad predictiva de mortalidad y hospitalización 64,65, Recientemente, se ha publicado una guía para puntuar esta escala 64, con una reproducibilidad intraobservador de 0,83 e interobservador de 0,81, presentando buena correlación con datos clínicos, estancia hospitalaria, uso de fármacos, discapacidad, depresión y estado cognitivo.

Es un índice de sencilla utilización, porque su estructura se ajusta a la práctica clínica habitual, aunque necesita de la historia clínica, exploración y pruebas de laboratorio para una correcta aplicación. Evalúa 14 sistemas corporales ( tabla 3 ) e identifica la severidad de cada uno de ellos del 0 al 4 utilizando una descripción pormenorizada de cada una de las categorías.

A pesar de que todavía no dispone de puntos de corte para categorizar la carga de enfermedad, probablemente el CIRS sea actualmente la mejor herramienta para evaluar comorbilidad en ancianos. El ICED 35 es el único índice que mide la severidad del deterioro funcional junto con la severidad del deterioro fisiopatológico causado por la propia enfermedad.

  1. Su reproducibilidad intraobservador es excelente, pero la interobservador resultó sólo regular debido a incertidumbres a la hora de aplicar los criterios de la escala 66,
  2. Evalúa 13 sistemas corporales que se recogen en la tabla 3, clasificando la severidad de la enfermedad en cuatro niveles (0=ausencia, 1=leve, 2=moderada, 3=severa) y la severidad de la repercusión funcional en tres (0=ninguna, 1=leve-moderada, 2=severa).

Las puntuaciones se basan en listas explícitas de síntomas, signos y test de laboratorio, y deben obtenerse del historial clínico del paciente. Aunque ha demostrado predecir mortalidad y rehospitalización, la dificultad para clasificar correctamente a los pacientes entre diferentes observadores así como el hecho de que haya sido poco evaluada en ancianos hacen que su uso sea menos recomendable que otros índices de comorbilidad.

  • El GIC de Rozzini et al 38, una modificación del ICED, evalúa 15 sistemas corporales ( tabla 3 ) clasificando la severidad de la enfermedad ( Index of Disease Severity ) en 5 niveles (0=ausencia, 1=asintomática, 2=sintomática controlada, 3=sintomática no controlada, 4=compromiso vital).
  • La puntuación final establece cuatro clases, según la severidad de los diferentes sistemas (I: uno o más IDS=1; II: uno o más IDS=2; III: un IDS=3 y uno o más IDS=1/2; IV: un IDS=4 o 2 o más IDS=3).

Ha demostrado predecir mortalidad y discapacidad. El índice de Kaplan 36 se desarrolla específicamente para investigación en diabetes y clasifica la comorbilidad en vascular (hipertensión, cardiopatía, enfermedad vascular periférica, retinopatía y cerebrovascular) y no vascular (el pulmón, el hígado, los huesos, el riñón), dando puntuaciones del 0 al 3 dependiendo de la severidad de la afectación.

  1. La puntuación final es la de la patología con mayor severidad.
  2. Existen dos adaptaciones: el Modified Medical Comorbidity Index 67 y el Adult Comorbidity Evaluation 27 (ACE-27) 68,
  3. Casi todos los índices de comorbilidad nacieron en un principio con la intención de predecir mortalidad.
  4. Sin embargo, Groll et al en 2005 construyeron el FCI 45 con la intención de predecir funcionalidad.

Esta escala evalúa la existencia o ausencia de 18 condiciones, no sólo enfermedades, como por ejemplo los déficits visuales y auditivos o la obesidad, sin evaluar su severidad, por lo que el rango de puntuación oscila entre 0 y 18. Aunque el índice es sencillo de usar, no existen trabajos específicos en población anciana y los propios autores postulan la necesidad de validarlo mediante un estudio longitudinal.

El Multidimensional Prognostic Index 56 es un índice de comorbilidad recientemente publicado que ha demostrado predecir mortalidad en ancianos frágiles residentes en la comunidad con necesidad de cuidados continuos con un área bajo la curva de 0,69. La aportación de este índice radica en que no sólo incluye enfermedades (neoplasia maligna, insuficiencia cardíaca, EPOC e insuficiencia renal), sino también elementos demográficos, como la edad y el sexo, y aspectos funcionales, como la dependencia en el aseo o en el vestido, generando así una visión más geriátrica de la comorbilidad.

No sería justo concluir este apartado sin referirnos a los últimos trabajos en comorbilidad realizados por el grupo del Cardiovascular Health Study de Harris, Fried y Newman. Este grupo ha publicado recientemente un nuevo índice de comorbilidad denominado Physiologic Index of Comorbidity 55,

Partiendo de las premisas de que los ancianos tienen una alta prevalencia de enfermedad crónica, de que estas enfermedades a menudo no están diagnosticadas o de que cuando se diagnostican ya están en fases muy avanzadas, por lo que llevan tiempo dañando el organismo, las autoras construyen una escala de comorbilidad “subclínica” o fisiológica que pretende identificar los problemas, incluso cuando éstos son indetectables mediante la práctica clínica habitual o se encuentran en fases iniciales.

Utilizando una subcohorte del Cardiovascular Health Study, evalúan la función pulmonar (espirometría, incluyendo capacidad vital forzada y volumen espiratorio máximo en el primer segundo), vascular (ultrasonografía carotídea, identificando el espesor de la íntima-media y el flujo), renal (cistatina-C), cerebral (resonancia magnética, determinando las lesiones isquémicas de sustancia blanca) y la glucemia en ayunas.

La escala puntúa del 0 al 10, y los sujetos con puntuaciones entre 7 y 10 tienen un riesgo 3,8 veces mayor de fallecer a los 9 años. Además de explicar el 40% del efecto de la edad sobre la mortalidad, la escala presenta asociación a dificultades para realizar las actividades de la vida diaria y para moverse.

Aunque las autoras resaltan que la escala debe ser validada en otras cohortes y que podrían incluirse funciones de otros órganos o sistemas, su aportación abre vías epidemiológicas y de investigación muy interesantes para identificar subpoblaciones de ancianos independientes en riesgo de mortalidad o dependencia.

Tampoco podemos olvidar en relación con la comorbilidad clínica y subclínica que algunos índices de fragilidad, como el de Rockwood y Mitnitsky 69, incluyen enfermedades, condiciones y discapacidades, por lo que podrían considerarse índices indirectos de comorbilidad, aunque no fueran herramientas diseñadas específicamente con dicho fin.

Un trabajo de Fortin et al 70 comparó tres de los índices más utilizados en cuanto a su asociación a calidad de vida: el CIRS, el FCI y el índice de Charlson ( tabla 5 ). El CIRS fue el índice que presentó una correlación más intensa, especialmente con los dominios de salud física de la escala de calidad de vida.

Además, los índices ICED, GIC y CIRS-G tienen estudios como predictores de eventos adversos en ancianos y podrían ser más recomendables en este grupo de población. Aunque, como se ha comentado durante todo el artículo, la elección de un índice en particular es compleja y depende de numerosas variables; por sus características psicométricas, su aplicabilidad en ancianos y su constructo, el CIRS-G podría ser el más recomendable.

Comorbilidad como característica del paciente geriátrico El Tratado de Geriatría para residentes editado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología en 2007 define paciente geriátrico en dos de sus capítulos de la siguiente manera. Sanjoaquín et al describen que es el que presenta tres o más de los siguientes aspectos: edad superior a 75 años, pluripatología relevante, enfermedad principal incapacitante, patología mental acompañante o problemática social 71,

Por su parte, Robles et al describen que es el que presenta las siguientes características: edad avanzada, enfermedades crónicas que originan dependencia, alteración mental, problemática social, dependencia en actividades básicas de la vida diaria/actividades instrumentales de la vida diaria, progresión de la dependencia o síndromes geriátricos 72,

En ambos casos aparece reflejada la presencia de varias enfermedades como criterio de paciente geriátrico. Parece así que inicialmente para los geriatras españoles la comorbilidad sería un criterio que podría ayudar a definir al paciente geriátrico, y de ahí la pertinencia y relevancia de analizarlo en profundidad.

Sin embargo, ¿está bien formulada la pregunta? ¿Y si no existe el paciente geriátrico? ¿Tendría entonces interés definirlo? Cuando hablamos de paciente geriátrico, lo que intentamos identificar es un grupo poblacional con unas características especiales, vulnerable a estresores, con unas necesidades de atención sanitaria específicas y que va a tener mejores resultados de salud cuando es atendido por un geriatra y con un modelo organizativo geriátrico 73,

Los pediatras lo tienen claro. Cuando una persona es menor de 14 años, «llora y tiene mocos», su cuerpo está en fase de maduración, sus funciones intelectuales y su personalidad están en desarrollo, es dependiente de los padres y es vulnerable, no le llaman paciente pediátrico, le llaman niño, y tiene unas necesidades de atención sanitaria específicas.

  1. Y es posible que haya personas de 13 años que se beneficien de otro sistema de atención sanitaria y algunas de 15 que se beneficien de la Pediatría.
  2. Los límites de edad tienen esos problemas.
  3. Sin embargo, sin ser exactos, producen la mejor de las aproximaciones.
  4. ¿Por qué entonces nos empeñamos en mantener la definición de paciente geriátrico cuando es difícilmente entendible y está sujeta a una gran variabilidad de acepciones? Por paciente geriátrico puede entenderse desde el que es mayor de 65, 75 u 80 años, el que se beneficia de ser atendido por un geriatra, el mayor de 65 años con discapacidad y dependencia, hasta el que presenta deterioro cognitivo, problemática social, el paciente institucionalizado, con pluripatología y polifarmacia, en situación terminal o con varios de estos elementos entremezclados.
See also:  Que Es Una Epilepsia Parcial?

En última instancia, es la edad la que confiere a este grupo poblacional una serie de características que lo hacen susceptible de una atención sanitaria específica; es la edad la que provoca un declinar progresivo en la reserva funcional de los sistemas creando vulnerabilidad y pérdida de homeostasis; es la edad la que motiva que determinadas enfermedades sean muy prevalentes, tiendan a la cronicidad, a la discapacidad y a la dependencia y tengan una presentación atípica en su aparición; es la edad la que se asocia a una serie de pérdidas en el ámbito psicosocial que dificultan la superación de problemas, y es la edad la que provoca unos cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos que obligan a individualizar tratamientos.

Queda, sin embargo, por resolver cuál es la edad límite, qué grupo poblacional se beneficia más de este modelo sanitario. El envejecimiento satisfactorio depende principalmente del nivel de desarrollo económico, social y sanitario de un país, por lo que el límite de edad variará según dónde nos encontremos.

En los países desarrollados, el límite de los 75 años parece el más adecuado. ¿Y la comorbilidad? Al igual que el declinar funcional de sistemas, el cambio fenotípico, la vulnerabilidad, el riesgo de pérdidas o el riesgo aumentado de mortalidad, la comorbilidad es una característica más asociada al envejecimiento.

Es cierto, como se ha visto, que la comorbilidad o multimorbilidad aumentan el riesgo de mortalidad, deterioro funcional, discapacidad y dependencia, hospitalización, estancia hospitalaria prolongada, institucionalización, pérdida de salud y calidad de vida y que tiene necesidades asistenciales especiales, pero unos claros ejemplos ayudan a entender que por sí sola no define a las personas que se benefician de una atención geriátrica.

Entre una persona de 66 años con un índice de Lawton (IL) de 8, hipertensión arterial, diabetes, úlcera péptica y artrosis (índice de Charlson de 3) que ingresara por EPOC reagudizado, otra persona de 80 años con un IL de 8, con criterios de fragilidad de Fried, pero sin enfermedades (índice de Charlson de 0) que ingresara por una fractura de cadera y una tercera persona de 90 años con demencia severa, Katz G, inmovilizada, con insuficiencia cardíaca, un tumor sólido, un ictus, hipertensión y diabetes (índice de Charlson de 10) que ingresara por una infección urinaria, muchos geriatras opinarían que el que más se beneficia de atención geriátrica es el paciente de 80 años.

Sin embargo, si cambiamos las edades de los pacientes de la siguiente manera: entre una persona de 66 años sin enfermedades, con IL de 8 e índice de Charlson de 0 que ingresara por una fractura de cadera, otra persona de 80 años con demencia severa, Katz G, inmovilizada, con insuficiencia cardíaca, un tumor sólido, un ictus, hipertensión y diabetes (índice de Charlson de 10) que ingresara por una infección urinaria y una tercera persona de 90 años con IL de 8, hipertensión, diabetes, úlcera péptica y artrosis (índice de Charlson de 3) que ingresara por EPOC reagudizado, la mayoría de los geriatras se decantaría por atender al paciente de 90 años.

Lo único que cambia es la edad y no las patologías presentes. Creo que es hora de que los geriatras, al igual que han hecho los pediatras, tengamos el valor frente al resto del colectivo médico de defender que nuestro paciente diana es el anciano, sin otras características que lo disfracen, aunque posiblemente las tenga, y posiblemente con un límite de edad de 75 años.

• La comorbilidad y la multimorbilidad son un problema frecuente en ancianos y son un factor de riesgo de eventos adversos de salud (deterioro funcional, discapacidad, dependencia, institucionalización, hospitalización, mala calidad de vida y muerte), aunque no el principal. • La comorbilidad contribuye a la complejidad del paciente anciano. • Existe un efecto sinergístico específico entre diferentes condiciones que hay que tener en cuenta al elaborar índices de comorbilidad, con especial atención a la medición de su severidad. • El tratamiento de varias condiciones puede empeorar otras o hacer aparecer nuevas, y este problema es mayor en ancianos, donde las disfunciones fisiológicas preclínicas modulan la respuesta a los fármacos. El tratamiento de la comorbilidad en ancianos requiere conocimientos avanzados en Geriatría. • Los índices de comorbilidad en ancianos no deben ser interpretados de manera aislada, sino en un contexto de valoración integral que incluya disfunciones preclínicas asociadas al envejecimiento, a medidas de fragilidad, a aspectos funcionales, mentales y psicosociales. • La comorbilidad, entendida como una compilación de enfermedades, no es la principal característica que define la población que debe ser atendida por un geriatra. La edad y el riesgo de declinar funcional deben primar sobre otras características. • Aunque recomendar un índice de comorbilidad en particular es difícil y depende de numerosas variables, por sus características psicométricas, su aplicabilidad en ancianos y su constructo, el CIRS-G podría ser el más recomendable. Otros, como el índice de Charlson, el ICED y el índice de Kaplan, son también métodos válidos y reproducibles. • Los índices que miden declinar fisiológico o subclínico son herramientas prometedoras de futuro que precisan ser validadas en cohortes longitudinales.

Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses. Bibliografía A.R. Feinstein. The pre-therapeutic classification of co-morbidity in chronic disease. J Chronic Dis, 23 (1970), pp.455-468 J.M. Guralnick. Assessing the impact of comorbidity in the older population.

  1. Ann Epidemiol, 6 (1996), pp.376-380 R.
  2. Yancik, W.
  3. Ershler, W.
  4. Satariano, W.
  5. Hazzard, H.J. Cohen, L. Ferrucci.
  6. Comorbidity: The ultimate geriatric syndrome.
  7. Introduction and summary.
  8. Report of the National Institute on Aging Task Force on Comorbidity.
  9. J Gerontol, 62A (2007), pp.275-280 A.
  10. Bartke, K.
  11. Coschigano, J.

Kopchick, V. Chandrashekar, J. Mattison, B. Kinney, et al, Genes that prolong life: Relationships of growth hormone and growth to aging and life span. J Gerontol Biol Sci, 56A (2001), pp. B340-B349 L.P. Fried, K. Bandeen-Roche, J.D. Kasper, J.M. Guralnik. Association of comorbidity with disability in older women: The Women’s Health and Aging Study.

J Clin Epidemiol, 52 (1999), pp.27-37 F. Béland, M.V. Zunzunegui. Predictors of functional status in older people living at home. Age Ageing, 28 (1999), pp.153-159 R.N. Butler, S.N. Austad, N. Barzilai, A. Braun, S. Helfand, L. Larsen, et al, Longevity genes: From primitive organisms to humans. J Gerontol A Biol Sci Med Sci, 58A (2003), pp.581-584 S.

Greenfield, H.U. Aronow, R.M. Elashoff, D. Watanabe. Flaws in mortality data: The hazards of ignoring comorbid disease. JAMA, 260 (1988), pp.2253-2255 P.W. Wilson, R.B. D′Agostino, D. Levy, A.M. Belanger, H. Silbershatz, W.B. Kannel. Prediction of coronary heart disease using risk factor categories.

Circulation, 97 (1998), pp.1837-1847 C. Yokota, K. Minematsu, Y. Hasegawa, T. Yamaguchi. Long-term prognosis, by stroke subtypes, after a first-ever stroke: A hospital-based study over a 20-year period. Cerebrovasc Dis, 18 (2004), pp.111-116 D.A. Redelmeier, S.H. Tan, G.L. Booth. The treatment of unrelated disorders in patients with chronic medical diseases.

N Eng J Med, 338 (1998), pp.1516-1520 C.M. Boyd, C.O. Weiss, J. Halter, K.C. Han, W.B. Ershler, L.P. Fried. Comorbidity. Framework for evaluating disease severity measures in older adults with comorbidity. J Gerontol, 62A (2007), pp.286-295 M. Zhang, C.D. Holman, S.D.

  1. Price, F.M.
  2. Sanfilippo, D.B.
  3. Preen, M.K. Bulsara.
  4. Comorbidity and repeat admission to hospital for adverse drug reactions in older adults: Retrospective cohort study.
  5. BMJ, 338 (2009), pp.
  6. A2752 J.P.
  7. Bynum, P.V.
  8. Rabins, W. Séller.
  9. The relationship between a dementia diagnosis, chronic illness, medicare expenditures, and hospital use.

J Am Geriatr Soc, 52 (2004), pp.187-194 P.A. Rochon, J.N. Katz, L.A. Morrow, R. McGlinchey-Berroth, M.M. Ahlquist, M. Sarkarati, et al, Comorbid illness is associated with survival and lenght of hospital stay in patients with chronic disability. A prospective comparison of three comorbidity indices.

  1. Med Care, 34 (1996), pp.1093-1101 R.
  2. Gijsen, N.
  3. Hoeymans, F.G.
  4. Schellevis, D.
  5. Ruwaard, W.A.
  6. Satariano, G.A.
  7. Van den Bos.
  8. Causes and consequences of comorbidity: A review.
  9. J Clin Epidemiol, 54 (2001), pp.661-674 M.
  10. Fortin, L.
  11. Lapointe, C. Hudon, A.
  12. Vanasse, A.L. Ntetu, D. Maltais.
  13. Multimorbidity and quality of life in primary care: A systematic review.

Health Qual Life Outcomes, 2 (2004), pp.51 L.M. Verbrugge, J.M. Lepkowski, Y. Imanaka. Comorbidity and its impact on disability. Milbank Q, 67 (1989), pp.450-484 D.K. Kiely, J.N. Morris, S.A. Morris, L.A. Cupples, W.L. Ooi, S. Sherwood. The effect of specific medical conditions on functional decline.

J Am Geriatr Soc, 45 (1997), pp.1459-1463 J.L. Wolff, C. Boult, C. Boyd, G. Anderson. Newly reported chronic conditions and onset of functional dependency. J Am Gertiatr Soc, 53 (2005), pp.851-855 P. Abizanda, C. Luengo, J. López-Torres, P. Sánchez, L. Romero, C. Fernández. Predictores de mortalidad, deterioro funcional e ingreso hospitalario en una muestra de ancianos residentes en la comunidad.

Rev Esp Geriatr Gerontol, 33 (1998), pp.219-225 W.J. Strawbridge, R.D. Cohen, S.J. Shema, G.A. Kaplan. Successful aging: Predictors and associated activities. Am J Epidemiol, 144 (1996), pp.135-141 S. Shinkai, S. Watanabe, S. Kumagai, Y. Fujiwara, H. Amano, H. Yoshida, et al,

Walking speed as a good predictor for the onset of functional dependence in a Japanese rural community population. Age Ageing, 29 (2000), pp.441-446 T. Ishizaki, S. Watanabe, T. Suzuki, H. Shibata, H. Haga. Predictors for functional decline among nondisabled older Japanese living in a community during a 3-year follow-up.

J Am Geriatr Soc, 48 (2000), pp.1424-1429 L. Simons, J. McCallum, Y. Friedlander, J. Simons. Healthy ageing is associated with reduced and delayed disability. Age Ageing, 29 (2000), pp.143-148 R. Hébert, C. Brayne, D. Spiegelhalter. Factors associated with functional decline and improvement in a very elderly community-dwelling population.

Am J Epidemiol, 150 (1999), pp.501-510 McCusker, R. Kakuma, M. Abrahamowicz. Predictors of functional decline in hospitalized elderly patients: A systematic review. J Gerontol Med Sci, 57A (2002), pp. M569-M577 P. Abizanda Soler, M. León Ortiz, L. Romero Rizos, P.M. Sánchez Jurado, C. Luengo Márquez, L. Domínguez Martín, et al,

La pérdida funcional al ingreso, principal variable explicativa de discapacidad y mortalidad al alta y al mes en ancianos hospitalizados. Rev Esp Geriatr Gerontol, 42 (2007), pp.201-211 S.F. Hall. A users guide to selecting a comorbidity index for clinical research.

J Clin Epidemiol, 59 (2006), pp.849-855 V. De Groot, H. Beckerman, G.J. Lankhorst, L.M. Bouter. How to measure comorbidity: A critical review of available methods. J Clin Epidemiol, 56 (2003), pp.221-229 M.E. Charlson, P. Pompei, K.L. Ales, C.R. Mackenzie. A new method of classifying prognostic comorbidity in longitudinal studies: Development and validation.

J Chronic Dis, 40 (1987), pp.373-383 B.S. Linn, M.W. Linn, L. Gurel. Cumulative illness rating scale. J Am Geriatr Soc, 16 (1968), pp.622-626 M.D. Miller, C.F. Paradis, P.R. Houck, S. Mazumdar, J.A. Stack, A.H. Rifai, et al, Rating chronic medical illness burden in geropsychiatric practice and research: Application of the Cumulative Illness Rating Scale.

  • Psychiatry Res, 41 (1992), pp.237-248 S.
  • Greenfield, G.
  • Apolone, B.J.
  • McNeil, P.D. Cleary.
  • The importance of co-existent disease in the occurrence of postoperative complications and one-year recovery in patients undergoing total hip replacement.
  • Comorbidity and outcomes after hip replacement.
  • Med Care, 31 (1993), pp.141-154 M.H.

Kaplan, A.R. Feinstein. The importance of classifying initial comorbidity in evaluating the outcome of diabetes mellitus. J Chronic Dis, 27 (1974), pp.387-404 H.L. Crabtree, C.S. Gray, A.J. Hildreth, J.E. O′Connell, J. Brown. The Comorbidity Symptom Scale: A combined disease inventory and assessment of symptom severity.

  • J Am Geriatr Soc, 48 (2000), pp.1674-1678 R.
  • Rozzini, G.B.
  • Frisoni, L.
  • Ferrucci, P.
  • Barbisoni, T.
  • Sabatini, P.
  • Ranieri, et al,
  • Geriatric Index of Comorbidity: Validation and comparison with other measures of comorbidity.
  • Age Ageing, 31 (2002), pp.277-285 S.
  • Greenfield, L.
  • Sullivan, K.A. Dukes, R.
  • Siliman, R.
  • D′Agostino, S.H.

Kaplan. Development and testing of a new measure of case mix for use in office practice. Med Care, 33 (1995), pp. AS47-AS55 New classification of physical status. Anesthesiology, 24 (1963), pp.111 T.L. Lash, V. Mor, D. Wieland, L. Ferrucci, W. Satariano, R.A.

Silliman. Comorbidity. Review article. Methodology, design and analytic techniques to address measurement of comorbid disease. J Gerontol, 62A (2007), pp.281-285 A. Karlamangla, M. Tinetti, J. Guralnick, S. Studenski, T. Wetle, D. Reuben. Comorbidity. Special article. Comorbidity in older adults: Nosology of impairment, diseases and conditions.

J Gerontol, 62A (2007), pp.296-300 World Health Organization. Toward a common languaje of functioning, disability and health. The International Classification of Functioning, Disability and Health (ICF). World Health Organization, (2002), D.L. Groll, T. To, C.

  1. Bombardier, J.G. Wright.
  2. The development of a comorbidity index with physical function as the outcome.
  3. J Clin Epidemiol, 58 (2005), pp.595-602 C.D.
  4. Mulrow, M.B.
  5. Gerety, J.E.
  6. Cornell, V.A.
  7. Lawrence, D.N. Kanten.
  8. The relationship between disease and function and perceived health in very frail elders.
  9. J Am Geriatr Soc, 42 (1994), pp.374-380 A.P.

Hallstrom, L.A. Cobb, B.H. Yu. Influence of comorbidity on the outcome of patients treated for out-of-hospital ventricular fibrillation. Circulation, 93 (1996), pp.2019-2022 R.A. Incalzi, O. Capparella, A. Gemma, F. Landi, E. Bruno, F. Di Meo, et al, The interaction between age and comorbidity contributes to predicting the mortality of geriatric patients in the acute-care hospital.

J Intern Med, 242 (1997), pp.291-298 M. Liu, T. Tsuji, K. Tsujiuchi, N. Chino. Comorbidities in stroke patients as assessed with a newly developed comorbidity scale. Am J Phys Med Rehabil, 78 (1999), pp.416-424 M. Shwartz, L.I. Iezzoni, M.A. Moskowitz, A.S. Ash, E. Sawitz. The importance of comorbidities in explaining differences in patient costs.

Med Care, 34 (1996), pp.767-782 A. Amici, P. Cicconetti, A. Baratta, A. Languanti, C. Scalise, G. Giudice, et al, The Marigliano-Cacciafesta polipathological scale (MCPS): A tool for predicting the risk of developing disability. Arch Gerontol Geriatr, 47 (2008), pp.201-206 J.C.

Cornoni-Huntley, D.J. Foley, J.M. Guralnick. Co-morbidity analysis: A strategy for understanding mortality, disability and use of health care facilities of older people. Int J Epidemiol, 20 (1991), pp. S8-S17 E.L. Hurwitz, H. Morgenstern. The effects of comorbidity and other factors on medical versus chiropractic care for back problems.

Spine, 22 (1997), pp.2254-2263 G.R. Parkerson Jr, W.E. Broadhead, C.K. Tse. The Duke Severity of Illness Checklist (DUSOI) for measurement of severity and comorbidity. J Clin Epidemiol, 46 (1993), pp.379-393 A.B. Newman, R.M. Boudreau, B.L. Naydeck, L.F. Fried, T.B.

Harris. A physiologic index of comorbidity: Relationship to mortality and disability. J Gerontol A Biol Sci Med Sci, 63 (2008), pp.603-609 E.C. Carey, K.E. Covinsky, L.Y. Lui, C. Eng, L.P. Sands, L.C. Walter. Prediction of mortality in community-living frail elderly people with long-term care needs. J Am Geriatr Soc, 56 (2008), pp.68-75 R.

Rozzini, T. Sabatini, P. Barbisoni. How to measure comorbidity in elderly persons. J Clin Epidemiol, 57 (2004), pp.321-322 A. Tessier, L. Finch, S.S. Daskalopoulou, N.E. Mayo. Validation of the Charlson Comorbidity Index for predicting functional outcome of stroke.

Arch Phys Med Rehabil, 89 (2008), pp.1276-1283 D.A. Heller, F.M. Ahern, K.E. Pringle, T.V. Brown. Among older adults, the responsiveness of self-rated health to changes in Charlson comorbidity was moderated by age and baseline comorbidity. J Clin Epidemiol, 62 (2009), pp.177-187 M.E. Charlson, R.E. Charlson, J.C.

Peterson, S.S. Marinopoulos, W.M. Briggs, J.P. Hollenberg. The Charlson comorbidity index is adapted to predict costs of chronic disease in primary care patients. J Clin Epidemiol, 61 (2008), pp.1234-1240 C. Hudon, M. Fortin, A. Vanasse. Cumulative illness rating scale was a reliable and valid index in a family practice context.

  • J Clin Epidemiol, 58 (2005), pp.603-608 P.A.
  • Parmelee, P.D.
  • Thuras, I.R.
  • Atz, M.P. Lawton.
  • Validation of the cumulative illness rating scale in geriatric residential population.
  • J Am Geriatr Soc, 43 (1995), pp.130-137 N.
  • Nagaratnam, G.
  • Gayagay Jr.
  • Validation of the cumulative illness rating scale (CIRS) in hospitalized nonagenarians.

Arch Gerontol Geriatr, 44 (2007), pp.29-36 F. Salvi, M.D. Miller, A. Grilli, R. Giorgi, A.L. Towers, V. Morichi, et al, A manual of guidelines to score the modified cumulative illness rating scale and its validation in acute hospitalized elderly patients. J Am Geriatr Soc, 56 (2008), pp.1926-1931 R.

  • Mistry, I.
  • Gokhman, R.
  • Bastani, R. Gould, E.
  • Jiménez, A.
  • Maxwell, et al,
  • Measuring medical burden using CIRS in older veterans enrolled in UPBEAT, a psychogeriatric treatment program: A pilot study.
  • J Gerontol A Biol Sci Med Sci, 59A (2004), pp.1068-1075 K.
  • Imamura, M.
  • McKinnon, R.
  • Middleton, N. Black.
  • Reliability of a comorbidity measure: The index of co-existent disease (ICED).

J Clin Epidemiol, 50 (1997), pp.1001-1006 J.F. Piccirillo. Impact of comorbidity and symptoms on the prognosis of patients with oral carcinoma. Arch Otolaryngol Head Neck Surg, 126 (2000), pp.1086-1088 J.F. Piccirillo. Importance of comorbidity in head and neck cancer.

  • Laryngoscope, 110 (2000), pp.593-602 K.
  • Rockwood, A.
  • Mitnitsky.
  • Frailty in relation to the accumulation of deficits.
  • J Gerontol Biol Sci Med Sci, 62A (2007), pp.722-727 M.
  • Fortin, C.
  • Hudon, M.F.
  • Dubois, J.
  • Almirall, L.
  • Lapointe, H. Soubhi.
  • Comparative assessment of three different indices of multimorbidity for studies on health-related quality of life.

Health Qual Life Outcomes, 3 (2005), pp.74-80 Sanjoaquín Romero AC, Fernández Arín E, Mesa Lampre MP, García-Arilla Calvo E. Valoración geriátrica integral. En: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, editor. Tratado de geriatría para residentes.

  1. Madrid: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología; 2007.p.59–68.
  2. Robles Raya MJ, Miralles Basseda R, Llorach Gaspar I, Cervera Alemany AM.
  3. Definición y objetivos de la especialidad de geriatría.
  4. Tipología de ancianos y población diana.
  5. En: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, editor.
  6. Tratado de geriatría para residentes.

Madrid: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología; 2007.p.25–32. Abizanda Soler P. Paciente geriátrico: perfil clínico. Presencia de comorbilidad. En: López Arrieta JM, Rodríguez Mañas L, editores. Atención sanitaria al anciano. Madrid: Sociedad Española de Medicina Geriátrica; 2008: p.67–85.

¿Cuáles son las comorbilidades de la obesidad?

Resumen Se destaca al sobrepeso y obesidad como el principal condicionante actual de patología crónica no transmisible. Se identifican y discuten las principales comorbilidades asociadas al sobrepeso y obesidad, analizando las evidencias que las apoyan. Se destaca el rol de la adiposidad en la etiopatogenia del síndrome metabólico y en forma muy especial de la DM. Se analiza la asociación entre indicadores de masa corporal y tejido adiposo y tasas de mortalidad, destacando un significativo incremento de la mortalidad a medida que la masa corporal o grasa se incrementa. Se destacan los rangos asociados a la menor mortalidad, nadires que fundamentan los rangos de peso normal. Se discute en forma separada la asociación entre sobrepeso y obesidad en la infancia y adolescencia y salud, en especial su posible rol en la incidencia de patologías crónicas al alcanzar la adultez Palabras clave: Sobrepeso obesidad mortalidad riesgo relativo comorbilidades tejido adiposo subcutáneo (SAT) tejido adiposo visceral (VAT) adiposito adipokininas adipocito disfuncional resistencia insulínica impacto metabólico impacto físico impacto psicosocial obesidad infanto juvenil Summary The article highlights overweight and obesity as the main factor in some current chronic diseases. Also it identifies and discusses major co-morbidities associated with overweight and obesity, analyzing the evidence that support them. The role of adiposity in the pathogenesis of metabolic syndrome especially in the development of mellitus diabetes 2 is discussed. We analyze the association between indicators of body mass and adipose tissue and mortality, highlighting a significant increase in mortality as the fat body mass increases and shows the range associated with lower mortality, basing the normal weight ranges. Will be discussing separately the association between overweight and obesity in childhood and adolescence health, especially its possible role in the incidence of chronic diseases that will develop at adulthood. Key words: Overweight obesity mortality relative risk co-morbilities SAT VAT adipose cell adipokinins disfunctional adipose tissue insulin resistence metabolic physical phsycosocial infant-juvenile obesity Texto completo Introducción Han tenido que pasar varias décadas, para definir al sobrepeso como uno de los problemas de salud más trascendentes de la humanidad. Con excepción de la obesidad mórbida que siempre fue considerada como una patología, el sobrepeso y la obesidad inicialmente fueron identificados como un problema estético, favorable o desfavorable según las épocas, y aun más, como atributo de salud y poder en algunos sectores de la población y etnias. En la segunda década del siglo pasado, comenzó a destacarse su asociación con patologías crónicas y su impacto sobre la expectativa de vida. Sin embargo, la naturaleza de esta asociación, muchas veces dependiente de otros factores de riesgo, le restaba trascendencia. Sin embargo, con el tiempo se identificó una asociación creciente del sobrepeso y obesidad, con un mayor número de factores de riesgo de enfermedades crónicas, lo que sugirió a las autoridades de salud que su enfrentamiento a nivel poblacional podría tener una proyección mayor por su efecto multiplicador. Fue el mejor conocimiento de la fisiología y fisiopatología del adiposito, el que vino a corroborar el carácter patológico de esta condición. Esta larga trayectoria ha condicionado las actitudes de las autoridades de salud frente a este problema. Ignorándolo en sus etapas iniciales, para luego aceptarlo como un factor condicionante de factores de riesgo, llegando al fin en el momento actual a reconocer al sobrepeso y la obesidad como una patología, con todos los derechos de atención en los sistemas de salud locales. En el presente trabajo se revisará la prevalencia de las principales comorbilidades que se asocian al sobrepeso y obesidad, se discutirá los mecanismos sugeridos de dicha asociación. Analizaremos el impacto del sobrepeso y obesidad sobre la mortalidad poblacional y por último discutiremos el posible impacto de la obesidad infanto-juvenil. Sobrepeso, obesidad y comorbilidades Entre las comorbilidades asociadas al sobrepeso y obesidad, se distinguen aquellas dependientes de alteraciones metabólicas asociados a esta condición, como son entre otros la Diabetes Mellitus (DM2), de la dislipidemia aterogénica, hígado graso y síndrome ovárico poliquístico. Otras comorbilidades dependen de los cambios físico-mecánicos del exceso de peso, como la hipoventilación, apnea nocturna y osteoartosis, y por último no menos importantes, condiciones psicopatológicas dependientes del rechazo personal y social del sobrepeso. En la Tabla 1 se presentan las principales comorbilidades asociadas a la obesidad y sobrepeso, catalogadas en acuerdo al concepto anterior. En las Tablas 2, 3 y 4 se presenta el riesgo relativo (RR) de presentar comorbilidades comúnmente asociadas a sobrepeso y obesidad, derivadas de una revisión sistemática y meta-análisis de 89 estudios relevantes el 2009, de población adulta blanca de origen EE.UU. y Europea, con un seguimiento medio de 12.5 años ( 1 ). En ellas se presentan los RRs con su rango de distribución y significación, destacando una asociación significativa del sobrepeso y obesidad, con cáncer mamario postmenopáusico, endometrial, ovárico, colorectal, renal y pancreático y no significativo con el cáncer prostático. Además una muy estrecha asociación significativa con DM 2, hipertensión arterial, enfermedad coronaria, accidentes vasculares encefálicos, osteoartrosis degenerativa y colelitiasis. Comorbilidad asociada a alteraciones metabólicas Aproximadamente 70-80% de los individuos con sobrepeso presenta comorbilidades metabólicas, ello coincide con la prevalencia de resistencia insulina en el sujeto con sobrepeso y obesidad, lo que sugiere que el eje etiopatogénico de las comorbilidades metabólicas asociadas, sería la resistencia insulínica. Sin embargo, los estudios clínicos han demostrado que la asociación del sobrepeso con varias comorbilidades son la resultante de la interacción interdependiente entre sobrepeso y obesidad con otros factores. Lo que sugiere efectos independientes del sobrepeso. Ello puede ser entendido a la luz de la concepción actual del tejido adiposo como un órgano endocrino ( 2, 3 ). En la Figura 5 se presenta en forma esquemática la expresión del adipocito estresado por el acúmulo excesivo de lípidos, las citokinas involucradas, y su rol causal en condiciones como la hipertensión, dislipidemia aterogénica, diabetes tipo 2, aterotrombosis, y activación de procesos como inflamación, proliferación y coagulación, los cuales están involucrados en la aterogénesis y posiblemente en la etiología de las neoplasias. En publicaciones recientes se ha sugerido que la obesidad visceral es secundaria a la incapacidad relativa del tejido adiposo subcutáneo (SAT) de adaptarse a un balance energético positivo, a través de la multiplicación de pre-adipocitos e incremento del número de células adiposas (hiperplasia) creando un depósito protector. En el caso de que SAT no pueda expandirse, como sucede en condiciones de hipoxia local o que la capacidad de depositar lípidos de SAT sea saturada, se iniciará una exportación ectópica de triglicéridos, hacia el tejido adiposo visceral (VAT), hígado, músculo cardíaco y esquelético, y páncreas. Por otro lado se sugiere que los adipocitos de VAT son altamente disfuncionales y forman parte de la exportación ectópica de triglicéridos a partir de SAT. Los adipocitos de VAT muestran una marcada hipertrofia, y se encuentran infiltrados de macrófagos, generadores de citokinas inflamatorias como FNT α e IL-6. A pesar de su efecto indirecto VAT sigue siendo considerado como un marcador de tejido adiposo disfuncional y de depósitos ectópicos de triglicéridos. Como apoyo a esta hipótesis, están el mecanismo de acción de las Tiazolidinedionas que induciendo hiperplasia de SAT reducen la resistencia insulínica y el depósito de grasa visceral y hepático, lo que explica su efecto en DM y en los factores de riesgo metabólico. Igualmente, el balance energético negativo se asocia a una reducción marcada de VAT, lo que sugiere una reducción de la presión sobre la capacidad de SAT de almacenar lípidos inhibiendo la exportación ectópica de ellos ( 4 ). La precisión de las evidencias para explicar los mecanismos a través de los cuales el sobrepeso y obesidad inducen comorbilidades, depende en gran medida del grado de conocimiento acerca de la etiopatogenia de la patología específica relacionada, de aquí que en un campo de gran trascendencia en la salud humana, el de las neoplasias con asociaciones muy significativas con sobrepeso y obesidad, no poseemos elementos para verificar en el humano el o los mecanismos etiopatogénicos a través de los cuales el sobrepeso y obesidad incrementan la incidencia de neoplasias. Obesidad, sobrepeso y DM2 una asociación evidente Desde el reconocimiento de la DM2, esta se ha asociado al sobrepeso (60-90%) y la normalización del peso ha constituido una de las primeras estrategias en su enfrentamiento. Por décadas se ha considerado al sobrepeso como el factor ambiental más importante para la expresión de un defecto genético de base (aún no plenamente identificado), pero han sido las observaciones prospectivas de los pacientes DM2 sometidos a cirugía bariátrica, con una aparente remisión asociada a significativas reducciones de peso, las que han venido a destacar el rol del sobrepeso en la etiopatogenia de la DM2, llegando a postular que el sobrepeso y la obesidad pudieran ser causa de esta patología sin la necesidad de explicarla a través de una interacción genético ambiental ( 5, 6 ). Se ha sugerido que la DM2 sería la consecuencia de una incapacidad de la célula β del páncreas de compensar una resistencia insulínica periférica. Como causa de la resistencia insulínica se ha postulado a polimorfismos genéticos, que podrían ser expresados al coexistir con sobrepeso u otros factores. El sobrepeso y la obesidad, como ya se señaló, inducen la secreción de citokinas, algunas de las cuales (FNT α, IL-6, resistina) pueden inducir resistencia insulínica, y como una de las manifestaciones de la RI, se produce una alteración del metabolismo lipídico, mayor flujo de ácidos grasos (Desenfreno de la lipólisis tejidos adiposo) y síntesis (Efecto del hiperinsulinismo sobre SREBP-1), en los tejidos periféricos llevando a una lipotoxicidad de las células β. Lo que podría explicar la posibilidad de una DM2 causada exclusivamente por el sobrepeso y obesidad. Otras comorbilidades asociadas a alteraciones metabólicas presentes en sobrepeso La asociación entre sobrepeso y obesidad, e hipertensión arterial, ha sido corroborada en estudios en experimentación animal, clínica y epidemiológica, y en forma muy especial en diseños de intervención. Su mecanismos no está del todo aclarado, sugiriendo una interacción entre infiltración lipídica renal, efecto de la resistencia insulínica y/o hiperinsulinismo, y secreción de angiotensina por el adipocito. La dislipidemia aterogénica, frecuentemente observada en el sobrepeso y obesidad, estaría relacionada a el síndrome de resistencia insulínica, la cual al incrementar el depósito y síntesis de lípidos a nivel hepático, aumenta la síntesis y secreción de Lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), ello promueve la actividad de Proteína Transportadora de Colesterol Ester (CEPT, por su sigla en inglés), enzima responsable del transporte intravascular de colesterol esterificado y triglicéridos entre lipoproteínas. Se incrementa el transporte de TGS hacia LDL y HDL, estas particular con alta afinidad por la lipasa hepática, sufren alteraciones que modifican su catabolismo. Las HDL se desintegran y Apo A1 es eliminado por el riñón, reduciendo sus niveles al acelerarse su catabolismo. Las LDL más cohesionadas sufren alteraciones físico – químicas, se hacen más pequeñas y densas, y más afines a los receptores de macrófagos. Recientemente se ha demostrado con estudios de kinética que en el sobrepeso, existe una mayor actividad de la apolipoproteina C3, que se expresa por una menor actividad lipolítica de la lipasa lipoproteica periférica ( 7 ). El hígado graso constituye, una comorbilidad muy frecuente del obeso cuya magnitud es dependiente de la intensidad del sobrepeso, estimando que un 80-90% de los obesos mórbidos lo presentan. Su patogenia está asociada a resistencia insulínica, en donde se promueve la acumulación de lípidos a nivel visceral y hepático. Existen evidencias clínicas de su corrección o atenuación con la reducción del sobrepeso. Existen controversias acerca de su natural evolución hacia la hepatitis y fibrosis hepática. Al no conocerse con exactitud la patogenia de las neoplasias, es difícil entender la naturaleza de su asociación con sobrepeso y obesidad. Una posible explicación podría ser el contexto que surge del adipocito estresado, con la secreción de citokinas, que potencialmente pueden afectar la función celular, en capacidades como proliferación, apoptosis, inflamación y generación de radicales libres. Al momento no existen evidencias suficientes que señalen una reducción de neoplasias específicas con reducción de peso. Igual hecho sucede con la asociación con colelitiasis, corroborada en todos los estudios epidemiológicos observacionales, en la que al igual que las neoplasias, no existen evidencias que señalen una reducción de su incidencia en programas de reducción de peso. La asociación del sobrepeso y obesidad con hiperuricemia y gota clínica, ha sido reconocida de antaño y corroborada en estudios observacionales. Se le ha considerado como un componente del síndrome metabólico y se le ha asociado en especial con la resistencia insulínica. La asociación de sobrepeso, obesidad y patología cardiovascular, ha sido destacada en la gran mayoría de los estudios epidemiológicos observacionales. Durante décadas se le restó trascendencia por su efecto indirecto, al desaparecer su significación estadística al ajustar por factores de riesgo asociados. Si bien sigue siendo realidad que su asociación depende en gran parte de la presencia de hipertensión arterial, dislipidemia aterogénica e intolerancia a la glucosa. Ello puede considerarse como un plus ya que sugiere el efecto multiplicador de la reducción de peso, sobre estos factores cuyo alcance patogénico van más allá que la patología cardiovascular. Recientemente se han destacado factores que relacionan directamente al sobrepeso, obesidad y patología cardiovascular, como aquellos de naturaleza hemodinámica en la obesidad severa y mórbida y los posibles efectos de las citokinas del adipocito estresado, con efectos pro inflamatorios y protrombóticos. Consideración especial merece el rol del sobrepeso y obesidad, en el llamado síndrome metabólico. Inicialmente identificado en sujetos que presentaban una asociación de anomalías metabólicas, considerada más allá del azar, y luego definido como un síndrome clínico que conlleva riesgo de DM y patología cardiovascular. Para muchos su identificación clínica, debería considerar en forma obligada la existencia de obesidad visceral a través de la determinación del perímetro de cintura (Pc). Ello lleva a considerar en su patogenia a la disfuncionalidad del adipocito. Sin embargo, el criterio clínico vigente para diagnosticar al síndrome metabólico aceptado, considera identificar en un sujeto al menos tres de los siguientes factores: Pc elevado, hipertensión arterial, glicemia ≥ 100 mg/dl, C- HDL en hombre ≤ 40 mg/dl y mujer ≤ 50 mg/dl, triglicéridos ≥ 150 mg/dl. En nuestra experiencia en aproximadamente un 80% coexiste la condición de adiposidad visceral, y en un 20% el síndrome se diagnostica en ausencia de ella ( 7 ). Comorbilidades asociadas a problemas físico-mecánicos del sobrepeso y obesidad No es difícil entender las asociaciones entre sobrepeso y obesidad, y la mayor frecuencia de osteoartosis de rodillas, cadera y columna, relacionada con la mayor presión sobre el sistema músculo-esquelético. Ello asociado a intensidad del sobrepeso y con evidencias clínicas corroboradas del beneficio de la reducción del peso corporal. Igualmente, es posible explicar la hipoventilación observada en el sobrepeso, a través de la inducción de una insuficiencia respiratoria restrictiva asociada con menor capacidad de expansión respiratoria por el acumulo de grasa intraabdominal. Además, se ha descrito un componente central. Existe una mayor prevalencia de apnea del sueño, en el paciente con sobrepeso y obesidad, sin embargo la naturaleza de dicha asociación está en fase de estudio, ya que existen otros factores involucrados no necesariamente asociados a la obesidad. Aunque es área controversial, desde hace muchas décadas se ha identificado la miocardiopatía de la obesidad, cuadro descrito en la obesidad severa y mórbida, que se iniciaría con un incremento de la precarga, para luego desencadenar hipertrofia e hiperplasia miocárdica, llegando a hipertensión pulmonar e insuficiencia cardíaca, todo ello ha sido atribuido al efecto de la expansión del volumen sanguíneo asociado al incremento de peso, agravado por la insuficiencia respiratoria restrictiva y posiblemente por la apnea del sueño. El sobrepeso y obesidad tiene una mayor asociación con las incidencias de varices, posiblemente por el incremento del volumen circulatorio, y con las incidencias de hernias abdominales, por incremento de la presión intracavitaria. Aunque se debe reconocer como factor primario a la predisposición genética. Comobilidades secundarias asociadas a alteraciones psico-sociales En el momento actual el sobrepeso y la obesidad están lejos del ideal estético contemporáneo, por lo que es frecuente el auto-rechazo de la figura y la desaprobación social. Todo ello lleva a problemas de adaptación social y de rendimiento laboral. Los efectos perniciosos del sobrepeso y obesidad en el ámbito emocional, académico y laboral, son mucho más profundos en el adolecente que en el adulto, los estigmas de la sociedad acerca de los obesos (feos, inaceptables, perezosos) tienen efectos negativos en estas personas, afectando el área emocional, intelectual y social. Las personas con obesidad, en general tienen un menor nivel de escolaridad, debido a un menor rendimiento escolar y desmotivación. Al entrar al mundo laboral tienden a recibir menores remuneraciones y presentan mayores dificultades para ser promovidos a puestos superiores. La discriminación es frecuente y es producto de un ecosistema socio cultural invadido por ideas valores, creencias y actitudes que llevan a un estilo de vida consecuente (Culto a la delgadez). La ansiedad y emocionalidad es alta, lo que lleva a niveles elevados de tensión, impulsibilidad y agresividad. Igualmente el sujeto obeso tiene dificultades para mantener y/o establecer relaciones interpersonales, por reducción de algunas habilidades, como asertividad, dificultad para expresar sentimientos y para ajustarse a la sociedad, lo que se refleja en altas tasas de soledad. Las relaciones interpersonales, con el medio familiar y laboral se deterioran y en especial en los adolecentes se observa una mayor frecuencia de adiciones (alcohol y drogas). La depresión constituye una patología asociada frecuentemente al sobrepeso y obesidad, siendo difícil identificar si ello es causal o consecuencia ( 8 ). Durante años el factor estético constituyó la principal causa de consulta de la mujer con sobrepeso al equipo de salud, en la búsqueda de una aprobación familiar y social, y aún en el momento actual en nuestro país la obesidad es motivo de discriminación laboral, lo que coarta las posibilidades de progreso personal en nuestra sociedad. Sobrepeso, obesidad y mortalidad general A comienzos del siglo pasado surgió el interés de las compañías de seguro de vida por conocer el impacto del peso corporal en las expectativas de vida de la población ( 9, 10 ). Así se desarrollaron estudios poblacionales observacionales, en grandes segmentos de la población, utilizando como indicadores, inicialmente al peso, luego la relación peso talla (R. P-T), el índice de masa corporal (IMC) y recientemente el perímetro de cintura (Pc). La mayor parte de estos estudios se han realizado en Estados Unidos. Han confirmado el impacto de las desviaciones de estos indicadores sobre las expectativas de vida de la población, adoptando en la población adulta, una expresión gráfica como curvas “J” con un incremento de la mortalidad en ambos extremos de bajo y alto peso, con un nadir uniforme que señala al rango de IMC entre 19-24.9 Kg/m 2 Para muchos la expresión en “J” oculta comorbilidades y tabaquismo, que se expresan con bajo peso, observando una atenuación de esa fase al excluir el tabaquismo de la observación. En la Figura 1 y 2 se presentan los resultados de un estudio observacional reciente en que se relaciona el IMC con la mortalidad en 1.450.000 adultos blancos ( 11 ), tanto en hombres como en mujeres se observa una curva “J” que se atenúa al considerar la población no fumadora, se confirma un nadir entre 20-25 Kg/m 2 para el hombre y curiosamente entre 22-26 Kg/m 2 para la mujer. Además, se observa una tendencia al incremento de la mortalidad entre 25-30 Kg/m 2, la que se acentúa significativamente por sobre 30 Kg/m 2, Existe bastante concordancia entre los distintos estudios en relación al nadir asociado a la menor mortalidad asociada a la obesidad, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) fundamentado en el riesgo de morir ( 12 ), a definir, el rango normal entre 19-24.9 Kg/m 2, sobrepeso entre 25-29.9 Kg/m 2 y > de 30 Kg/m 2, Existen controversias acerca si el impacto del sobrepeso y obesidad sobre la salud permanece constante a través de la edad. En una cohorte de voluntarios de la Sociedad Americana para el cáncer, de 62116 hombres y 262618 mujeres con una edad inicial igual o mayor a 30 años de edad, seguidos por 12 años. Si bien los resultados sugieren que entre 30-74 años un incremento del índice de masa corporal se asocia a un mayor riesgo de morir, ello es mucho más evidente en grupos etarios menores, y poco relevante por encima de 65 años de edad ( 13 ) Figura 3, Gran parte de las comorbilidades metabólicas asociadas al sobrepeso y obesidad se relacionan más con la obesidad central o visceral. Sin embargo no existen muchos estudios observacionales al respecto. En la Figura 3 presentamos los datos de un estudio observacional europeo ( 14 ) en 359.387 participantes observados por 9.7 años. En ella se muestra la asociación entre el Pc y mortalidad, observando una curva en “J” y con un nadir de Pc 85-90 cm para el hombre y de Pc 75-80 cm para la mujer. En la Figura 4, derivado de este mismo estudio, se aprecia para cada tercil de IMC, un incremento significativo de la mortalidad a medida que se incrementa el Pc, lo que lleva a concluir en la utilidad de utilizar este parámetro en conjunto con el IMC para predecir el riesgo de morir. Si bien la condición de IMC dentro de límites aceptables, pero Pc alterado, debería considerarse como predictor de riesgo de mortalidad general e incidencia de comorbilidad, no existen estudios prospectivos suficientes que apoyen su utilización. Por otro lado el IMC y Pc tienen una muy elevada correlación que hace que en la mayoría de los casos en el rango de obesidad por IMC, tendrán un Pc por encima de la normas locales. En nuestro país, utilizando una muestra de la encuesta nacional de salud de adultos (ENS 2003. MINSAL) ( 15 ) estimamos el perímetro abdominal aceptable en relación a la prevalencia de factores de riesgo cardiovasculares de esa población. Destacando como punto de corte a 83 cm para la mujer y 87 para el hombre. Salud y obesidad infanto-juvenil Se decidió analizar este capítulo en forma aparte, por presentar características especiales que son propias de este grupo etario, y por la debilidad de algunas evidencias que relacionan el sobrepeso y obesidad, con comorbilidades y mortalidad. La relación entre la obesidad infanto-juvenil y la salud, debe analizarse a dos niveles: el del riesgo de su persistencia en la edad adulta y la prevalencia de morbilidad inmediata. A pesar de las limitaciones de los estudios a largo plazo de obesos en la edad infantil, existen evidencias de que los niños obesos tienen un riesgo relativo significativamente mayor de desarrollar obesidad en la edad adulta, así como desarrollar hipertensión arterial, dislipidemias, resistencia insulínica, disfunción endotelial e incremento del grosor de la capa media de la íntima carotídea. Sin embargo, existe la paradoja de que muchos de los obesos actuales no fueron obesos en la infancia ( 16 ). El riesgo relativo de presentar factores de riesgo cardiovascular se incrementa significativamente en la obesidad infantil, con la edad, así en el estudio de Bogalusa en EE.UU., los adolecentes obesos tuvieron un RR de presentar en la década 25-30 años: de 8.5 para hipertensión arterial, de 2.4 para hipercolesterolemia, de 3.0 para elevación del colesterol de LDL, y de 8.2 para colesterol de HDL bajo, en contraste, no se encontraron evidencias de un incremento del riesgo relativo de desarrollar neoplasias ( 17 ). Se ha sugerido tener cautela en la interpretación de los hechos señalados, derivado del bajo número de estudios y la falta de control de variables confundentes. Asociada a la obesidad infanto-juvenil se han identificado una serie de comorbilidades con incidencia creciente en relación a la intensidad de la obesidad, entre ellas se señalan: Resistencia insulínica, prediabetes y diabetes clínica, hiperuricemia, hipoventilación, apnea nocturna, maduración esquelética acelerada, retraso puberal, ginecomastia, síndrome de ovario poliquístico, esteatosis hepática, alteraciones ortopédicas y por último trastornos psicosociales: Como baja autoestima, marginación social, depresión, menor rendimiento escolar y mayor riesgo de adiciones. A modo de ejemplo destacamos la observación de una población infanto – juvenil, con IMC > P95 entre 5-17 años, 180 mujeres y 62 varones ( 18 ), en que un 82% presentaba resistencia insulínica (HOMA-IR), 39% síndrome metabólico (Criterio ATP III 2004), 26% hipertensión arterial, 44% hipoventilación, 33% de los hombres con ginecomastia y pseudomicropene, y 17% de la mujeres presentaba desordenes menstruales. En esa misma población 16.8% presentaba glicemia de ayuno elevada, 51% hipercolesterolemia, 61% hipertrigliceridemia, 51% Colesterol de HDL bajo, 22% hiperuricemia y 22% enzimas hepáticas por sobre rangos normales (SGOT-SGPT y GGT). En general existe consenso de que una obesidad grave antes de los tres años es altamente sugerente de un síndrome de obesidad monogénica y la asociación de obesidad con retraso pondoestatural significativo orienta a una etiología genético-endocrinológica. El autor declara no tener conflictos de interés, en relación a este artículo. Referencias bibliográficas Guh D.P., Zhang W., Bansback N., et al, The incidence of co-morbility relates to obesity and overweight BMC Public Health. Biomed central Ltd, 9 (2009), pp.88 Ahima R.S. Adipose tissue as an endocrine organ. Obesity, 14 (2006), pp. S242-S249 Trayhurn P., Beatte J.H. Physiological rol of adipose tissue as an endocrine and secretory organ. Proc of Nut Soc, 60 (2001), pp.329-339 Buchwald H., Estok R., Fahrbach K., et al, Weight and Type II diabetes after bariartic surgery. Sistematic review and meta-analysis Am.J. Med, 122 (2009), pp.246-248 Schernthraner G., Brix J., Koff H.P., Schernthraner G.H. Cure of type 2 diabetes by metabolic surgery ?. A critical analysis of the evidence in 2010 Diabetes Care, 34 (2011), pp. S355-S360 Suppl Alberti K.G., Eckel R.H., Grundy S.m., Zimmet P.Z., Cleeman J.I., Donato K.A., et al, Harmonizing The :Metabolic Syndrome: A Joint Interim Statement Of The International Diabetes Federation Task Force On Epidemiology And Prevention; National Heart, Lung, And Blood Institute; American Heart Association; World Heart Federation; International Atherosclerosis Society; And International Association For The Study Of Obesity. Circulation, 120 (2009), pp.1640-1645 20 Guzman R.M.E., Del Castillo C.A., Garcìa M. Factores psicosociales asociados al paciente con obesidad. Metropolitan Life Insurance Company. Height and weight tables. A health view Stat Bull Metropol. Inc. Co, 6 (1983), pp.2-9 Variation of mortality by weight among 750.000 men and women J. Chron.Dis, 32 (1979), pp.563-576 Berrigton de Gonzalez A, Hartge P, Cerhan J et al :Body Mass Index and mortality among 1,46 million white adults. NEJM 2910; 363:2210-2219. WHO: World Health Organization. Obesity, Preventing And Managing The Global Epidemic-Report Of A WHO Consultation On Obesity, Stevens J., Cai J., Pamuk E.R., et al, The effect of age on the association between Body-Mass Index ans mortality NEJM, 338 (1998), pp.1-7 Pischon T., Boeing H., Hoffman K., et al, General and abdominal adiposity and risk of death in Europe. Nejm, 359 (2008), pp.2105-21197 Valenzuela A., Arteaga A., Rigotti A., Villarroel L., Olea R.A., Margozzini P., Maiz A. Waist circumference cut-off point for Chilean adult. Presentado al Congreso Chileno de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, en fase de publicación Adami F. Guedes de Vasconcelos FA : Chilhood and adolescent obesity and adult mortality: Asystemic review of cohort studies. Cad Saúde Publica, 24 (2008), pp.1-9 Suppl Srinivasan S.R., Bao W., Wattigney W.A., Berenson G.S. adolescent overweight is associated with adult overweigt and related multiple cardiovascular risk factors. The Bogalusa Heart Study Metabolism, 45 (1996), pp.235-240 Pérez-Martínez A., Barcena-Sobrino E., Rodriguez-Herrera R. Obesidad y comorbilidades en niños y adolecentes obesos asistidos en el Instituto Nacional de Pediatria. Acta Pediatr Mexicana, 30 (2009), pp.167-174 Copyright © 2012. Clínica Las Condes

¿Qué es la morbilidad y la mortalidad?

El conocer de qué se enferma la población (morbilidad) y de qué muere (mortalidad) ayuda comprender la dinámica del crecimiento de la población, y sobre todo permite analizar y diseñar las políticas de salud para el bienestar de la población.

¿Qué es Postracion en una mujer?

Estado de una persona caracterizado por un cansancio o debilidad tan intensos que es incapaz de hacer algo.